“EL CORO.- Desde aquí oímos tu poderosa voz, Urtzi Thor. Hasta nosotros llega tu acento. ¡Ven, ven a estas tierras meridionales! ¡Abandona el país del sol de medianoche! ¡Todo vuelve, todo retorna, tú volverás también!

URTZI THOR.-¡Adiós! ¡Adiós, Pirineos próximos al Océano! ¡Montes suaves y luminosos! ¡Valles verdes y templados! ¡Aldeas sonrientes y sonoras! ¡Adiós viejos vascos altivos y joviales de perfil aguileño! ¡Adiós mozas alegres y danzarinas! Os saludo por última vez desde mis desiertos helados. ¡Adiós! ¡Adiós para siempre! ¡Adiós!”

(Pío Baroja: “La leyenda de Jaun de Alzate; Adiós Final.”)

El “Jaun de Alzate” de Pío Baroja, ¿una resonancia de “Fausto” en el Bidasoa? (I/II)

Raul Guillermo ROSAS VON RITTERSTEIN

“EL CORO.-Desde aquí oímos tu poderosa voz, Urtzi Thor. Hasta nosotros llega tu acento. ¡Ven, ven a estas tierras meridionales! ¡Abandona el país del sol de medianoche! ¡Todo vuelve, todo retorna, tú volverás también!

URTZI THOR.-¡Adiós! ¡Adiós, Pirineos próximos al Océano! ¡Montes suaves y luminosos! ¡Valles verdes y templados! ¡Aldeas sonrientes y sonoras! ¡Adiós viejos vascos altivos y joviales de perfil aguileño! ¡Adiós mozas alegres y danzarinas! Os saludo por última vez desde mis desiertos helados. ¡Adiós! ¡Adiós para siempre! ¡Adiós!”

(Pío Baroja: “La leyenda de Jaun de Alzate; Adiós Final.”)

Mucho se ha hablado y escrito sobre Pío Baroja y sus ideas, tan pesimistas en la mayoría de los casos. También muchas veces no se lo ha comprendido. Debemos sin duda estar agradecidos a que se haya equivocado más de una vez, como por ejemplo cuando extendía, como médico que era, el certificado de defunción del euskera, falto según él de posibilidades de evolución y adaptación al mundo moderno. Pero siempre podemos coincidir en que los aportes de toda su vida de escritor marcaron gran parte de la cultura escrita de los vascos contemporáneos. Tras este pasado año en particular, cuando hemos recordado el cincuentenario de su muerte, se impone por todo eso una relectura de sus escritos en general1.

En este caso en especial, hemos de tratar un aspecto algo descuidado de su actividad literaria. La imagen que tuvo y transmitió en algunas de sus obras, acerca de la compleja Edad Media de Euskal Herria2, y con mayor detalle algunos aspectos específicos de la misma en “La leyenda de Jaun de Alzate”, su más extenso e interesante trabajo a ese respecto.

Es claro que la posición ideológica tan peculiar de Pío Baroja y su pertenencia a una época que apenas comenzaba a descubrir que detrás de la leyenda negra y de la leyenda blanca había mucho para hacer en pro del conocimiento real de aquellos tiempos, no podía permitirle ver con simpatía, mucho menos con cierto grado de objetividad, el medioevo en general, y en particular el correspondiente al espacio geográfico vasco3. De un modo que sin duda le hubiera chocado un poco de haber reflexionado sobre ello, las opiniones del gran escritor iban de la mano con aquellas tan interesantes definiciones que vieron la luz en Madrid en la época de las primeras ediciones modernas de los textos de Lope García de Salazar en cuanto a que toda Euskal Herria era en aquel momento nada más que una inmensa escabechina llevada a cabo por personajes que sólo pensaban en asesinarse mutuamente por cuestiones de honor mal entendido y que Dios librara a quienes se veían en medio de los grupos enfrentados. Harían falta muchos años y muchas investigaciones para poner las cosas en su justo punto y al respecto recién la década del ’40 del pasado siglo vería los primeros intentos de equilibrar el análisis y señalar que en las tierras vascas de aquel momento había también muchas gentes que no dedicaban todas sus energías a la guerra y la muerte traicionera. Pero volviendo a lo que tocábamos, en la introducción a “Las Bienandanzas...” que mencionábamos más arriba decía, por ejemplo, el destacado Trueba4: “Si la historia de la comarca en tales tiempos es una serie de violencias sin cuento, celadas, asaltos, desafíos y batallas campales en que lo más brioso y florido de su juventud perece; si los linajes se arman haciendo leva de vasallos, se arriman a un bando o se apartan de él, sin otro impulso que la ciega pasión de un momento; si se encuentran en un camino dos cabalgadas de bandera contraria, y sin previa declaración de guerra traban batalla para satisfacción insana de su odio, por hambre de reñir, y riñen hasta retirarse cansados, si en semejantes días la ira no se harta de espiar, sino que aguarda la ocasión y usa de élla sin duelo y con presteza; si el hogar es a veces campo de batalla y el ofendido o el que se cree tal, acompañado o sólo, según cuadra mejor a la seguridad de su venganza, acecha en todas partes, en el camino de una romería, en las puertas de un monasterio, al pasar el vado, en la espesura de un monte, a la sombra de una tapia, en las tinieblas, al mediodía, al yantar, al dormir, al armarse, al cabalgar, al pararse arredrado por un rumor extraño, al arremeter para salvar la trocha o el desfiladero; si el hombre dominado por una especie de vértigo, sólo halla placer en destruir a su semejante, en arrancarle la vida y arrebatarle los bienes y demolerle cuanto edificó...” Esta primera edición del texto más conocido de García de Salazar fue auspiciada por Alfonso XII, pero, con todo, no bastó el peso del real patrono para que casi al tiempo de su aparición se suscitara contra ella una cierta oposición que sostenía ser la misma demasiado “fuerte” en el relato que hacía de los tiempos antiguos. Nos informa al respecto Rafael González Orejas5: “Sobre la primera edición [...], Vicente de la Fuente en un severo informe presentado a la Real Academia de la Historia, califica estos escritos de ‘inmorales’...” Con seguridad el problema pasaba, antes que por la inmoralidad, por el hecho de que el viejo texto salazariego desnudaba actitudes que, más allá de ser por todos conocidas o al menos presumidas, afectaban la caballeresca imagen ideal de los grandes señores feudales “españoles” generada por el omnipresente romanticismo, cuando lo único que en realidad hacía era desvelar su humanidad, en nada diferente de la de tantos otros anteriores y posteriores, aquí y en todas partes...

Además de ese condicionamiento inevitable ejercido por su ambiente y su tiempo, la visión de don Pío no se evade de su cuasi constante pesimismo ¿unamuniano?, ¿”noventayochista”?... Lo cierto es que esa postura, la misma que hace clara la imagen que acuñara en torno de aquel soñado rincón bidasoano de una república en donde se viviera “sin moscas, sin frailes y sin carabineros”, tal vez nada más que épatant, que tanto le gustaba adoptar, lo puso muchas veces en aprietos, ocasionalmente muy serios, como por ejemplo en aquel oscuro verano de 1.936, cuando nuestro autor, ya tiempo atrás apartado del mundo cotidiano en su bienamada Itzea, recibió la visita de aquellos que muy acertadamente definiría algún autor español bastante enfrentado políticamente a Baroja, como retornados desde un hondón del siglo XIX –lo cual no deberíamos entender necesariamente como una calificación peyorativa sino más bien metodológica–, es decir los carlistas del Requeté, que al parecer no habían olvidado algunas de esas hirientes palabras que cada tanto dejaba deslizar en sus obras el ya veterano escritor.

Invirtiendo el viejo refrán, “donde las toman las dan”, y parece que esto último no auguraba en aquel momento nada bueno para la supervivencia de Baroja, de no haber sido por la intercesión de los mandos carlistas navarros quienes supieron comprender a tiempo que ya, como hubiera merecido casi en aquel mismo momento Unamuno, el escritor estaba más allá de las luchas ideológicas. Como sea, por desgracia muchos otros, muchísimos y de ambos bandos, no salieron tan bien librados, con un no muy prolongado destierro parisino como él lo hiciera...

En fin de cuentas, la articulación general que da marco a la trama de “Zalacaín el aventurero” –1.909–, historia que transcurre durante la última ‘Carlistada’ y en donde se deslizan casi constantemente los duros ataques de don Pío a todo lo que oliera a tradicionalismo y religión, es asimismo el juego especular a través de los tiempos de la recreación de un tema medieval vasco, que ha extraído de un texto que por lo visto conocía y amaba mucho: “Las Bienandanzas y Fortunas”, la repetición, siglos después, en otras circunstancias –el “eterno retorno” de la filosofía germana al cual tan afecto era Baroja, obviando los orígenes de la idea–, de un asesinato banderizo. El autor llega a adoptar la típica prosa salazariega en el capítulo V de esa obra suya, el titulado “De cómo murió Martín López de Zalacaín en el año de gracia de mil cuatrocientos y doce”, atribuyendo al supuesto cronista “Íñigo Sánchez de Ezpeleta” una sangrienta historia muy al uso del terrible Lope y no muy apartada de la realidad además, puesto que la base verdadera sobre la cual edificó también la historia de “La leyenda de Jaun de Alzate” -trece años después, en 1.922-, la ha tomado sin lugar a dudas Baroja de los viejos textos de García de Salazar en primer término, como él mismo señala en algún pasaje acerca de la familia de Alzate histórica: “Los Alzate fueron banderizos influyentes, y de ellos habla Lope García de Salazar en su obra de Las bienandanzas y fortunas, en el Libro XXII. Se les ve intervenir en las luchas de los linajes de Guipúzcoa, y, al parecer, unas veces son amigos de los Oñez y otras de los Gamboas.”6 La referencia, algo confusa, que trae Baroja acerca de sus antepasados de Alzate que figuran en la obra de Lope, es la que va en el Libro XXII del banderizo desde el fin de la segunda columna del folio 71 hasta la línea 36 de la primera columna del siguiente y transcribimos en nota7.

Baroja produce un texto nuevo por el procedimiento de cortar y reformar partes de la crónica salazariega, como podemos notar comparando su relato del “Zalacaín...” con las narraciones de Lope que preceden inmediatamente a las que indicamos en nota y aquí omitimos por encontrarse asimismo en el artículo de Iñaki Bazán ya mencionado en nota2: “-Bueno. Pues dice así. ‘Título: De cómo murió Martín López de Zalacaín, en el año de gracia de mil cuatrocientos y doce.”

Leído esto, Soraberri tosió, escupió y comenzó esta relación con gran solemnidad.

‘Enemistad antigua señalada avya entre el solar d’Ohando, que es del reino de Navarra, é el de Zalacaín, que es en tierra de la Borte. E dicese que la causa della foe sobre envidia e a cual valia mas, e ficieronmuchos malheficios e los de Zalacain quemaron vivo al senyor de Sant Pedro en una pelea que ovyeron en el llano del Somo e porque no dexo fijo el dicho senyor de Sant Pedro casaron una su fija con Martin Lopez de Zalacain, ome muy andariego.’

‘E dicho Martin Lopez seyendo venido a la billa d’Urbia foe desafiado por Mosen de Sant Pedro, del solar d’Ohando, que era sobrino del otro senyor de Sant Pedro e que habia fecho muchos malheficios, asechanzas e rrobos.’

‘E Martin Lopez contestole a su desafiamiento: Como vos sabedes yo so contado aqui por el mas esforzado ome y ardite en el fecho de las armas en toda esta tierra y paresce que los d’Ohando a vos han traido por la mejor lanza de Navarra por vengar la muerte de mi suegro que foe en la pelea con lealtad en el Somo e como el cuibdaba matar a mi, yo a el.’

‘E por ende si a vos pluguiese que nos probemos vos e yo, uno para otro, fasta que uno de nos o ambos por ventura muramos, a mi plasera mucho e aquí presto.’

‘E respondiole Mosen de Sant Pedro que le plasia e se citaron en el prado de Sant Ana. En esta sazon venya dicho Martin Lopez encima de su cavallo como esforzado cavallero e antes de pelear con Mosen de Sant Pedro fue herido de una saeta que le entro por un ojo e cayo muerto del cavallo en medio del prado. E lo desjarretaron. E preparo la asechanza e armo la ballestta e la disparo Velche de Micolalde, deudo e amigo de Mosen de Sant Pedro d’Ohando. E los omes de Martin Lopez como le veyeron muertto e eran pocos enfrente de los de Ohando, ovyeron muy grant miedo e comenzaron todos a fugir.’

‘E cuando lo supo la mujer de Martin Lopez fue la triste al prado de Sant Ana, e cuando vido el cuerpo de su marido, sangriento e mutilado, se afinojo, prisole en sus brazos e comenzo a llorar maldiciendo la guerra e su mala fortuna. E esto pasaba en el año de Nuestro Señor de mil cuatrocientos y doce.’

Cuando concluyó el señor Soraberri...”

Lo mismo se hace claro en una obra menor de su pluma, “La Dama de Urtubi y otras historias más.”, a lo largo de la cual, si bien transcurre la acción en el siglo XVII, en el período de los grandes procesos contra la brujería llevados a efecto por Pierre de Lancre y sus colegas, vuelve a mencionar, rescatando con pequeñas variaciones, trozos de la vida medieval del linaje emparentado de Alzate:

“- Es extraño. Sin duda se conserva en el pueblo el recuerdo de la rivalidad de las dos familias. Pues sí, es cierto. Los Urtubis y los Saint-Pée fueron antiguamente enemigos encarnizados. Se disputaban la dirección del Labourd. Mis antepasados y los tuyos, que tenían su apellido, Álzate, lucharon repetidas veces con los Saint-Pée. Los Alzates contábamos con partidarios en la parte de allá de los Pirineos; don Rodrigo de Álzate, patrono del barrio que lleva su nombre en Vera de Navarra, era uno de nuestros aliados. Teníamos también derecho a ocupar y guarnecer un torreón fortificado en el Bidasoa. Al iniciarse en el país vascoespañol la guerra de los linajes, la política hizo que nosotros nos uniéramos con el bando gamboíno y los Saint-Pée con el oñacino. En 1413, un Saint-Pée mató a un Álzate, señor de Urtubi, a traición, según nuestras crónicas; los de Urtubi, reunidos con hombres de solares amigos y con el capitán Fernando de Gamboa, que vino de Guipúzcoa, avanzaron hasta Saint-Pée a sangre y a fuego; pero a la vuelta cayeron en una emboscada, y murieron asaeteados casi todos los nuestros, entre ellos Fernando de Gamboa. Al desaparecer en Francia la influencia española, se extinguió la rivalidad entre oñacinos y gamboínos, y en 1514, época en que Luis de Álzate, barón de Urtubi, era copero de Luis XII y su bailío en el Labourd, las dos familias se reconciliaron y se olvidaron los antiguos resentimientos.”

Esto en cuanto a la aproximación general de nuestro autor a esa época del pasado vasco que sin duda no le debía agradar demasiado, si bien tal vez por eso mismo su compleja personalidad se deleitaba en volver a élla constantemente, como hemos señalado, ya por obras completas, ya por menciones sueltas. Es que seguramente para él, el período medieval, como lo entendía, marcaba el momento preciso en el cual, de la mano con el paganismo, se alejaba la original libertad vasca, “encadenada” de allí en más por la creencia cristiana. Y así es que surge de su pluma el libro al cual dedicamos estas notas, su mayor incursión en el período medieval de Euskal Herria, como ya hemos señalado, escrita en una clave extraña, en la cual, sin embargo se hacen presentes dos de los motivos rectores de los escritos barojianos: la identificación del autor con el personaje y la visión desengañada de la vida. Más de una década después de la aparición del “Jaun...”, Ricardo Gullón al hablar de las obras de don Pío especificaba una serie de rasgos propios de la actividad creativa de aquel que, si bien extraídos de la consideración del “Aviraneta...”, pueden ser transportados sin problemas a toda su producción: “Esta actitud suya anárquica se contrapesa con una rectitud interna de primer orden, un afán de trabajo que es en él constante, ir trazando sus obras al filo de los días en incesante labor, en rebusca de textos y datos que sirvan de oxígeno a la atmósfera de su novelística. Pues van sus creaciones enfiladas hacia el rasgo significativo y pocas veces se ha llegado a mejor depuración en el arte de enterarse de las cosas que la conseguida por Pío Baroja, quien sabe rendirnos por una historia bien ligada al ambiente de un lugar y de un momento. Copia cuando hace falta, en las biografías especialmente, pero todo cuanto pasa por su pluma queda por este hecho incorporado a la obra como específicamente suyo, secreto del auténtico escritor que domina cuanto toca...”

“El gusto de Baroja por la anécdota le lleva, con cierta frecuencia, extraviado de su camino: sale con el personaje, lo agita en todos los sentidos y en cada esquina inventa un azar que le atrae, un cuentecillo que le adormece, hasta que, a medio andar, se encuentran autor y personaje perplejos, sin saber a donde ir porque se les olvidó la meta o porque pudiera ocurrir que su salida no tuviera otro objeto que cazar peripecias, irse, poco a poco, sepultando bajo inquietudes y sobresaltos hasta quedar inmóviles, dando la sensación de que figura y creador se han cansado de tanto azacanear a la deriva. Y no es realmente que la criatura barojiana ame la aventura; en general es impaciente, no goza del azar porque vive una intriga soñando con la que ha de seguirla, apenas ha llegado y está deseando marcharse.”8

Estos rasgos tan bien demarcados saltan a la vista en Jaun, a la par con otros motivos sobre los cuales hemos de hablar en la segunda parte.

Bibliografía:

Baroja, Pío: “Desde la última vuelta del camino –Memorias– Bagatelas de otoño”, Biblioteca Nueva, Madrid, 1.949.

“La leyenda de Jaun de Alzate”, Espasa Calpe, Madrid, 1.972.

“El País Vasco”, Labor, Barcelona, 1.953.

“Obras completas”, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 1.948..

Matus, Eugenio: “Introducción a Baroja”, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Santiago de Chile, 1.972.

Placer, Eloy L.: “Lo vasco en Pío Baroja”, Ekin, Buenos Aires, 1.968.

1 Como se decía en el final de un severo artículo del “Boletín del Instituto Americano de Estudios Vascos” (año VII, Vol. II, nº 27, Buenos Aires, Octubre-Diciembre 1.956, pp. 239-40), al dar la noticia de su muerte: “De corazón deseamos a su atormentado espíritu, en recompensa de su laboriosidad ejemplar, de la difusión de nuestras bellezas naturales y tipos humanos por el mundo, el descanso sempiterno.”

2 Iñaki Bazán ha escrito un interesante artículo titulado “La influencia de ‘Las Bienandanzas e Fortunas’ de Lope García de Salazar en la obra de Pío Baroja”, en ‘Euskonews & Media’, 66ª edición, 2.000/2/11-18), en el cual se trata en especial el manejo hecho por Baroja del clásico del banderizo vizcaíno en su ‘Zalacaín el aventurero’.

3 Precisamente el mismo articulista citado en la nota 1, decía al respecto en el artículo fúnebre de don Pío que: “Con excepción del terruño, el mar, parte del folklore y versillos euskéricos y un primitivismo pagano vivamente estereotipado en ‘Jaun de Alzate’, [subrayado nuestro] lo más amado por el pueblo vasco, fue para D. Pío, abominable” Pensamos que es por lo demás posible que lo estereotipado en el ‘Jaun...’, no sólo del paganismo sino de la mayoría de las actitudes de los personajes, obedezca precisamente al aire de Fausto en tono menor que el autor impone a sabiendas a la obra y además -como tendremos ocasión de mencionar avanzando en el cuerpo del artículo-, a una muy barojiana toma de posición crítica ante aquel otro clásico vasco, la archifamosa “Amaya” de Navarro Villoslada.

4 Antonio de Trueba, Cronista de Bizkaia desde 1.862, había asimismo abrevado en la obra de Lope García de Salazar para algunas de sus producciones literarias propias -v. g. “La Paloma y los Halcones”, de 1.865-, y a su triple condición de autor, cronista y coterráneo del banderizo famoso debió el honor de prologar aquella primera edicion madrileña de Maximiliano Camarón, de 1.884.

5 “don lope garcía de salazar”, Bilbao Bizkaia Kutxa, Bilbo, 1.990, p. 28.

6 Baroja, Pío: “El País Vasco”, Labor, Barcelona, 1.953, p. 288.

7 “En el año del Señor de UCCCCXIIJ años o / viendo guerra Mosen Juan de Sant Pedro con el so / lar de Alçate que es en Nauarra que era su / comarcano e diole salto vna aluorada / al pie de su casa e salieron a pelear con / el e fueron ençerrados e quedaron muer / tos el señor de Alçate e vn fijo legitimo / que el auja. // Fechas estas muertes desposo Ferrando / de Gamboa que biuja en la Renteria de Go / yaçu a su fijo Juan de Gamboa con fija ere / dera que dexo aquel Señor de Alçate e ayun / taronse con el dicho Ferrando de Gamboa de to / dos los solares de los Gamboynos de Guj / puscoa çiertos escuderos e fisieron / se grande gente e pasaron por Yruña A / rançu e a Sant Juan de Lus e los de Alcate / por la otra parte, Mosen Juan Señor de San Pedro con sus parientes e con CL lacayos / que le venjeron de los solares de Ones e de / Gujpuscoa saliolos a Reçeujr ençi / ma de su cauallo como esforçado ca / uallero e pelearon en vn llano ençima / del Somo que es entre San Juan de Lus e / Sant Pedro e fueron desuaratados los Gam / boynos e morio alli aquel Ferrando de / Gamboa e muchos de los suyos e seguj / eronlos en el alcançe fasta el Rio que vie / ne a Sant Juan de Lus e afogaronse / muchos en el que estaua creçida la mar / por manera que en el campo e en el alcançe / e en el Rio morieron CL omes e perdieron / todas las armas que leuauan e asi tor / naron destroçados los que escaparon.”

8 Ricardo Gullón: “Pulso de Pío Baroja”, Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2007 Edición digital a partir de Isla. Hojas de arte y letras, núm. 7-8 (1935), pp. 184-189 por cortesía de los herederos del autor.

El “Jaun de Alzate” de Pío Baroja, ¿una resonancia de “Fausto” en el Bidasoa? (I/II)

Raul Guillermo ROSAS VON RITTERSTEIN

“EL CORO.-Desde aquí oímos tu poderosa voz, Urtzi Thor. Hasta nosotros llega tu acento. ¡Ven, ven a estas tierras meridionales! ¡Abandona el país del sol de medianoche! ¡Todo vuelve, todo retorna, tú volverás también!

URTZI THOR.-¡Adiós! ¡Adiós, Pirineos próximos al Océano! ¡Montes suaves y luminosos! ¡Valles verdes y templados! ¡Aldeas sonrientes y sonoras! ¡Adiós viejos vascos altivos y joviales de perfil aguileño! ¡Adiós mozas alegres y danzarinas! Os saludo por última vez desde mis desiertos helados. ¡Adiós! ¡Adiós para siempre! ¡Adiós!”

(Pío Baroja: “La leyenda de Jaun de Alzate; Adiós Final.”)

Mucho se ha hablado y escrito sobre Pío Baroja y sus ideas, tan pesimistas en la mayoría de los casos. También muchas veces no se lo ha comprendido. Debemos sin duda estar agradecidos a que se haya equivocado más de una vez, como por ejemplo cuando extendía, como médico que era, el certificado de defunción del euskera, falto según él de posibilidades de evolución y adaptación al mundo moderno. Pero siempre podemos coincidir en que los aportes de toda su vida de escritor marcaron gran parte de la cultura escrita de los vascos contemporáneos. Tras este pasado año en particular, cuando hemos recordado el cincuentenario de su muerte, se impone por todo eso una relectura de sus escritos en general1.

En este caso en especial, hemos de tratar un aspecto algo descuidado de su actividad literaria. La imagen que tuvo y transmitió en algunas de sus obras, acerca de la compleja Edad Media de Euskal Herria2, y con mayor detalle algunos aspectos específicos de la misma en “La leyenda de Jaun de Alzate”, su más extenso e interesante trabajo a ese respecto.

Es claro que la posición ideológica tan peculiar de Pío Baroja y su pertenencia a una época que apenas comenzaba a descubrir que detrás de la leyenda negra y de la leyenda blanca había mucho para hacer en pro del conocimiento real de aquellos tiempos, no podía permitirle ver con simpatía, mucho menos con cierto grado de objetividad, el medioevo en general, y en particular el correspondiente al espacio geográfico vasco3. De un modo que sin duda le hubiera chocado un poco de haber reflexionado sobre ello, las opiniones del gran escritor iban de la mano con aquellas tan interesantes definiciones que vieron la luz en Madrid en la época de las primeras ediciones modernas de los textos de Lope García de Salazar en cuanto a que toda Euskal Herria era en aquel momento nada más que una inmensa escabechina llevada a cabo por personajes que sólo pensaban en asesinarse mutuamente por cuestiones de honor mal entendido y que Dios librara a quienes se veían en medio de los grupos enfrentados. Harían falta muchos años y muchas investigaciones para poner las cosas en su justo punto y al respecto recién la década del ’40 del pasado siglo vería los primeros intentos de equilibrar el análisis y señalar que en las tierras vascas de aquel momento había también muchas gentes que no dedicaban todas sus energías a la guerra y la muerte traicionera. Pero volviendo a lo que tocábamos, en la introducción a “Las Bienandanzas...” que mencionábamos más arriba decía, por ejemplo, el destacado Trueba4: “Si la historia de la comarca en tales tiempos es una serie de violencias sin cuento, celadas, asaltos, desafíos y batallas campales en que lo más brioso y florido de su juventud perece; si los linajes se arman haciendo leva de vasallos, se arriman a un bando o se apartan de él, sin otro impulso que la ciega pasión de un momento; si se encuentran en un camino dos cabalgadas de bandera contraria, y sin previa declaración de guerra traban batalla para satisfacción insana de su odio, por hambre de reñir, y riñen hasta retirarse cansados, si en semejantes días la ira no se harta de espiar, sino que aguarda la ocasión y usa de élla sin duelo y con presteza; si el hogar es a veces campo de batalla y el ofendido o el que se cree tal, acompañado o sólo, según cuadra mejor a la seguridad de su venganza, acecha en todas partes, en el camino de una romería, en las puertas de un monasterio, al pasar el vado, en la espesura de un monte, a la sombra de una tapia, en las tinieblas, al mediodía, al yantar, al dormir, al armarse, al cabalgar, al pararse arredrado por un rumor extraño, al arremeter para salvar la trocha o el desfiladero; si el hombre dominado por una especie de vértigo, sólo halla placer en destruir a su semejante, en arrancarle la vida y arrebatarle los bienes y demolerle cuanto edificó...” Esta primera edición del texto más conocido de García de Salazar fue auspiciada por Alfonso XII, pero, con todo, no bastó el peso del real patrono para que casi al tiempo de su aparición se suscitara contra ella una cierta oposición que sostenía ser la misma demasiado “fuerte” en el relato que hacía de los tiempos antiguos. Nos informa al respecto Rafael González Orejas5: “Sobre la primera edición [...], Vicente de la Fuente en un severo informe presentado a la Real Academia de la Historia, califica estos escritos de ‘inmorales’...” Con seguridad el problema pasaba, antes que por la inmoralidad, por el hecho de que el viejo texto salazariego desnudaba actitudes que, más allá de ser por todos conocidas o al menos presumidas, afectaban la caballeresca imagen ideal de los grandes señores feudales “españoles” generada por el omnipresente romanticismo, cuando lo único que en realidad hacía era desvelar su humanidad, en nada diferente de la de tantos otros anteriores y posteriores, aquí y en todas partes...

Además de ese condicionamiento inevitable ejercido por su ambiente y su tiempo, la visión de don Pío no se evade de su cuasi constante pesimismo ¿unamuniano?, ¿”noventayochista”?... Lo cierto es que esa postura, la misma que hace clara la imagen que acuñara en torno de aquel soñado rincón bidasoano de una república en donde se viviera “sin moscas, sin frailes y sin carabineros”, tal vez nada más que épatant, que tanto le gustaba adoptar, lo puso muchas veces en aprietos, ocasionalmente muy serios, como por ejemplo en aquel oscuro verano de 1.936, cuando nuestro autor, ya tiempo atrás apartado del mundo cotidiano en su bienamada Itzea, recibió la visita de aquellos que muy acertadamente definiría algún autor español bastante enfrentado políticamente a Baroja, como retornados desde un hondón del siglo XIX –lo cual no deberíamos entender necesariamente como una calificación peyorativa sino más bien metodológica–, es decir los carlistas del Requeté, que al parecer no habían olvidado algunas de esas hirientes palabras que cada tanto dejaba deslizar en sus obras el ya veterano escritor.

Invirtiendo el viejo refrán, “donde las toman las dan”, y parece que esto último no auguraba en aquel momento nada bueno para la supervivencia de Baroja, de no haber sido por la intercesión de los mandos carlistas navarros quienes supieron comprender a tiempo que ya, como hubiera merecido casi en aquel mismo momento Unamuno, el escritor estaba más allá de las luchas ideológicas. Como sea, por desgracia muchos otros, muchísimos y de ambos bandos, no salieron tan bien librados, con un no muy prolongado destierro parisino como él lo hiciera...

En fin de cuentas, la articulación general que da marco a la trama de “Zalacaín el aventurero” –1.909–, historia que transcurre durante la última ‘Carlistada’ y en donde se deslizan casi constantemente los duros ataques de don Pío a todo lo que oliera a tradicionalismo y religión, es asimismo el juego especular a través de los tiempos de la recreación de un tema medieval vasco, que ha extraído de un texto que por lo visto conocía y amaba mucho: “Las Bienandanzas y Fortunas”, la repetición, siglos después, en otras circunstancias –el “eterno retorno” de la filosofía germana al cual tan afecto era Baroja, obviando los orígenes de la idea–, de un asesinato banderizo. El autor llega a adoptar la típica prosa salazariega en el capítulo V de esa obra suya, el titulado “De cómo murió Martín López de Zalacaín en el año de gracia de mil cuatrocientos y doce”, atribuyendo al supuesto cronista “Íñigo Sánchez de Ezpeleta” una sangrienta historia muy al uso del terrible Lope y no muy apartada de la realidad además, puesto que la base verdadera sobre la cual edificó también la historia de “La leyenda de Jaun de Alzate” -trece años después, en 1.922-, la ha tomado sin lugar a dudas Baroja de los viejos textos de García de Salazar en primer término, como él mismo señala en algún pasaje acerca de la familia de Alzate histórica: “Los Alzate fueron banderizos influyentes, y de ellos habla Lope García de Salazar en su obra de Las bienandanzas y fortunas, en el Libro XXII. Se les ve intervenir en las luchas de los linajes de Guipúzcoa, y, al parecer, unas veces son amigos de los Oñez y otras de los Gamboas.”6 La referencia, algo confusa, que trae Baroja acerca de sus antepasados de Alzate que figuran en la obra de Lope, es la que va en el Libro XXII del banderizo desde el fin de la segunda columna del folio 71 hasta la línea 36 de la primera columna del siguiente y transcribimos en nota7.

Baroja produce un texto nuevo por el procedimiento de cortar y reformar partes de la crónica salazariega, como podemos notar comparando su relato del “Zalacaín...” con las narraciones de Lope que preceden inmediatamente a las que indicamos en nota y aquí omitimos por encontrarse asimismo en el artículo de Iñaki Bazán ya mencionado en nota2: “-Bueno. Pues dice así. ‘Título: De cómo murió Martín López de Zalacaín, en el año de gracia de mil cuatrocientos y doce.”

Leído esto, Soraberri tosió, escupió y comenzó esta relación con gran solemnidad.

‘Enemistad antigua señalada avya entre el solar d’Ohando, que es del reino de Navarra, é el de Zalacaín, que es en tierra de la Borte. E dicese que la causa della foe sobre envidia e a cual valia mas, e ficieronmuchos malheficios e los de Zalacain quemaron vivo al senyor de Sant Pedro en una pelea que ovyeron en el llano del Somo e porque no dexo fijo el dicho senyor de Sant Pedro casaron una su fija con Martin Lopez de Zalacain, ome muy andariego.’

‘E dicho Martin Lopez seyendo venido a la billa d’Urbia foe desafiado por Mosen de Sant Pedro, del solar d’Ohando, que era sobrino del otro senyor de Sant Pedro e que habia fecho muchos malheficios, asechanzas e rrobos.’

‘E Martin Lopez contestole a su desafiamiento: Como vos sabedes yo so contado aqui por el mas esforzado ome y ardite en el fecho de las armas en toda esta tierra y paresce que los d’Ohando a vos han traido por la mejor lanza de Navarra por vengar la muerte de mi suegro que foe en la pelea con lealtad en el Somo e como el cuibdaba matar a mi, yo a el.’

‘E por ende si a vos pluguiese que nos probemos vos e yo, uno para otro, fasta que uno de nos o ambos por ventura muramos, a mi plasera mucho e aquí presto.’

‘E respondiole Mosen de Sant Pedro que le plasia e se citaron en el prado de Sant Ana. En esta sazon venya dicho Martin Lopez encima de su cavallo como esforzado cavallero e antes de pelear con Mosen de Sant Pedro fue herido de una saeta que le entro por un ojo e cayo muerto del cavallo en medio del prado. E lo desjarretaron. E preparo la asechanza e armo la ballestta e la disparo Velche de Micolalde, deudo e amigo de Mosen de Sant Pedro d’Ohando. E los omes de Martin Lopez como le veyeron muertto e eran pocos enfrente de los de Ohando, ovyeron muy grant miedo e comenzaron todos a fugir.’

‘E cuando lo supo la mujer de Martin Lopez fue la triste al prado de Sant Ana, e cuando vido el cuerpo de su marido, sangriento e mutilado, se afinojo, prisole en sus brazos e comenzo a llorar maldiciendo la guerra e su mala fortuna. E esto pasaba en el año de Nuestro Señor de mil cuatrocientos y doce.’

Cuando concluyó el señor Soraberri...”

Lo mismo se hace claro en una obra menor de su pluma, “La Dama de Urtubi y otras historias más.”, a lo largo de la cual, si bien transcurre la acción en el siglo XVII, en el período de los grandes procesos contra la brujería llevados a efecto por Pierre de Lancre y sus colegas, vuelve a mencionar, rescatando con pequeñas variaciones, trozos de la vida medieval del linaje emparentado de Alzate:

“- Es extraño. Sin duda se conserva en el pueblo el recuerdo de la rivalidad de las dos familias. Pues sí, es cierto. Los Urtubis y los Saint-Pée fueron antiguamente enemigos encarnizados. Se disputaban la dirección del Labourd. Mis antepasados y los tuyos, que tenían su apellido, Álzate, lucharon repetidas veces con los Saint-Pée. Los Alzates contábamos con partidarios en la parte de allá de los Pirineos; don Rodrigo de Álzate, patrono del barrio que lleva su nombre en Vera de Navarra, era uno de nuestros aliados. Teníamos también derecho a ocupar y guarnecer un torreón fortificado en el Bidasoa. Al iniciarse en el país vascoespañol la guerra de los linajes, la política hizo que nosotros nos uniéramos con el bando gamboíno y los Saint-Pée con el oñacino. En 1413, un Saint-Pée mató a un Álzate, señor de Urtubi, a traición, según nuestras crónicas; los de Urtubi, reunidos con hombres de solares amigos y con el capitán Fernando de Gamboa, que vino de Guipúzcoa, avanzaron hasta Saint-Pée a sangre y a fuego; pero a la vuelta cayeron en una emboscada, y murieron asaeteados casi todos los nuestros, entre ellos Fernando de Gamboa. Al desaparecer en Francia la influencia española, se extinguió la rivalidad entre oñacinos y gamboínos, y en 1514, época en que Luis de Álzate, barón de Urtubi, era copero de Luis XII y su bailío en el Labourd, las dos familias se reconciliaron y se olvidaron los antiguos resentimientos.”

Esto en cuanto a la aproximación general de nuestro autor a esa época del pasado vasco que sin duda no le debía agradar demasiado, si bien tal vez por eso mismo su compleja personalidad se deleitaba en volver a élla constantemente, como hemos señalado, ya por obras completas, ya por menciones sueltas. Es que seguramente para él, el período medieval, como lo entendía, marcaba el momento preciso en el cual, de la mano con el paganismo, se alejaba la original libertad vasca, “encadenada” de allí en más por la creencia cristiana. Y así es que surge de su pluma el libro al cual dedicamos estas notas, su mayor incursión en el período medieval de Euskal Herria, como ya hemos señalado, escrita en una clave extraña, en la cual, sin embargo se hacen presentes dos de los motivos rectores de los escritos barojianos: la identificación del autor con el personaje y la visión desengañada de la vida. Más de una década después de la aparición del “Jaun...”, Ricardo Gullón al hablar de las obras de don Pío especificaba una serie de rasgos propios de la actividad creativa de aquel que, si bien extraídos de la consideración del “Aviraneta...”, pueden ser transportados sin problemas a toda su producción: “Esta actitud suya anárquica se contrapesa con una rectitud interna de primer orden, un afán de trabajo que es en él constante, ir trazando sus obras al filo de los días en incesante labor, en rebusca de textos y datos que sirvan de oxígeno a la atmósfera de su novelística. Pues van sus creaciones enfiladas hacia el rasgo significativo y pocas veces se ha llegado a mejor depuración en el arte de enterarse de las cosas que la conseguida por Pío Baroja, quien sabe rendirnos por una historia bien ligada al ambiente de un lugar y de un momento. Copia cuando hace falta, en las biografías especialmente, pero todo cuanto pasa por su pluma queda por este hecho incorporado a la obra como específicamente suyo, secreto del auténtico escritor que domina cuanto toca...”

“El gusto de Baroja por la anécdota le lleva, con cierta frecuencia, extraviado de su camino: sale con el personaje, lo agita en todos los sentidos y en cada esquina inventa un azar que le atrae, un cuentecillo que le adormece, hasta que, a medio andar, se encuentran autor y personaje perplejos, sin saber a donde ir porque se les olvidó la meta o porque pudiera ocurrir que su salida no tuviera otro objeto que cazar peripecias, irse, poco a poco, sepultando bajo inquietudes y sobresaltos hasta quedar inmóviles, dando la sensación de que figura y creador se han cansado de tanto azacanear a la deriva. Y no es realmente que la criatura barojiana ame la aventura; en general es impaciente, no goza del azar porque vive una intriga soñando con la que ha de seguirla, apenas ha llegado y está deseando marcharse.”8

Estos rasgos tan bien demarcados saltan a la vista en Jaun, a la par con otros motivos sobre los cuales hemos de hablar en la segunda parte.

Bibliografía:

Baroja, Pío: “Desde la última vuelta del camino –Memorias– Bagatelas de otoño”, Biblioteca Nueva, Madrid, 1.949.

“La leyenda de Jaun de Alzate”, Espasa Calpe, Madrid, 1.972.

“El País Vasco”, Labor, Barcelona, 1.953.

“Obras completas”, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 1.948..

Matus, Eugenio: “Introducción a Baroja”, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Santiago de Chile, 1.972.

Placer, Eloy L.: “Lo vasco en Pío Baroja”, Ekin, Buenos Aires, 1.968.

1 Como se decía en el final de un severo artículo del “Boletín del Instituto Americano de Estudios Vascos” (año VII, Vol. II, nº 27, Buenos Aires, Octubre-Diciembre 1.956, pp. 239-40), al dar la noticia de su muerte: “De corazón deseamos a su atormentado espíritu, en recompensa de su laboriosidad ejemplar, de la difusión de nuestras bellezas naturales y tipos humanos por el mundo, el descanso sempiterno.”

2 Iñaki Bazán ha escrito un interesante artículo titulado “La influencia de ‘Las Bienandanzas e Fortunas’ de Lope García de Salazar en la obra de Pío Baroja”, en ‘Euskonews & Media’, 66ª edición, 2.000/2/11-18), en el cual se trata en especial el manejo hecho por Baroja del clásico del banderizo vizcaíno en su ‘Zalacaín el aventurero’.

3 Precisamente el mismo articulista citado en la nota 1, decía al respecto en el artículo fúnebre de don Pío que: “Con excepción del terruño, el mar, parte del folklore y versillos euskéricos y un primitivismo pagano vivamente estereotipado en ‘Jaun de Alzate’, [subrayado nuestro] lo más amado por el pueblo vasco, fue para D. Pío, abominable” Pensamos que es por lo demás posible que lo estereotipado en el ‘Jaun...’, no sólo del paganismo sino de la mayoría de las actitudes de los personajes, obedezca precisamente al aire de Fausto en tono menor que el autor impone a sabiendas a la obra y además -como tendremos ocasión de mencionar avanzando en el cuerpo del artículo-, a una muy barojiana toma de posición crítica ante aquel otro clásico vasco, la archifamosa “Amaya” de Navarro Villoslada.

4 Antonio de Trueba, Cronista de Bizkaia desde 1.862, había asimismo abrevado en la obra de Lope García de Salazar para algunas de sus producciones literarias propias -v. g. “La Paloma y los Halcones”, de 1.865-, y a su triple condición de autor, cronista y coterráneo del banderizo famoso debió el honor de prologar aquella primera edicion madrileña de Maximiliano Camarón, de 1.884.

5 “don lope garcía de salazar”, Bilbao Bizkaia Kutxa, Bilbo, 1.990, p. 28.

6 Baroja, Pío: “El País Vasco”, Labor, Barcelona, 1.953, p. 288.

7 “En el año del Señor de UCCCCXIIJ años o / viendo guerra Mosen Juan de Sant Pedro con el so / lar de Alçate que es en Nauarra que era su / comarcano e diole salto vna aluorada / al pie de su casa e salieron a pelear con / el e fueron ençerrados e quedaron muer / tos el señor de Alçate e vn fijo legitimo / que el auja. // Fechas estas muertes desposo Ferrando / de Gamboa que biuja en la Renteria de Go / yaçu a su fijo Juan de Gamboa con fija ere / dera que dexo aquel Señor de Alçate e ayun / taronse con el dicho Ferrando de Gamboa de to / dos los solares de los Gamboynos de Guj / puscoa çiertos escuderos e fisieron / se grande gente e pasaron por Yruña A / rançu e a Sant Juan de Lus e los de Alcate / por la otra parte, Mosen Juan Señor de San Pedro con sus parientes e con CL lacayos / que le venjeron de los solares de Ones e de / Gujpuscoa saliolos a Reçeujr ençi / ma de su cauallo como esforçado ca / uallero e pelearon en vn llano ençima / del Somo que es entre San Juan de Lus e / Sant Pedro e fueron desuaratados los Gam / boynos e morio alli aquel Ferrando de / Gamboa e muchos de los suyos e seguj / eronlos en el alcançe fasta el Rio que vie / ne a Sant Juan de Lus e afogaronse / muchos en el que estaua creçida la mar / por manera que en el campo e en el alcançe / e en el Rio morieron CL omes e perdieron / todas las armas que leuauan e asi tor / naron destroçados los que escaparon.”

8 Ricardo Gullón: “Pulso de Pío Baroja”, Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2007 Edición digital a partir de Isla. Hojas de arte y letras, núm. 7-8 (1935), pp. 184-189 por cortesía de los herederos del autor.

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sábado, 10 de diciembre de 2011

Pío Caro Baroja

Escritor y documentalista

"Mi tío, Pío Baroja, era un hombre afable, trabajador y muy sincero. No tenía pelos en la lengua y no se dejó convencer por el canto de las sirenas"

Teresa SALA

Itzulpena euskaraz

Llueve. El otoño empieza a atizar sus primeros azotes. La casona de Itzea se yergue orgullosa al final de Bera de Bidasoa, en el barrio de Alzate. Una verja de hierro y una tapia cubierta de nogales, tilos y árboles americanos impiden la entrada a curiosos y foráneos. Nadie responde a las primeras llamadas, es necesario golpear la aldaba una y otra vez para recibir, al fin, una respuesta. “Buenas tardes, ahora mismo bajo a abrir”. Es Pío Caro, el último Baroja. Un hombre de 78 años que conserva una memoria pertinaz y exhaustiva, alimentada a base de los objetos, los libros, las paredes y los pasillos de la casa que su tío, el escritor Pío Baroja, compró en 1912. Hoy, él y su mujer, Josefina, son los únicos moradores de Itzea, quizá los últimos. Sus dos hijos, Pío y Carmen, trabajan en Madrid. Él al frente de la editorial familiar Caro Regio, y ella como bibliotecaria. “No sé que pasará, quizá lo mejor sea adoptar un niño chino para convertirlo en heredero de todo esto”, bromea mientras subimos las escaleras de una casa de cuento, sacada de un libro de aventuras de hace siglos. “Ya me perdonarás, pero estoy afónico, no sé si voy a poder hablar todo lo que quisiera”, se disculpa. Y comienza a arañar recuerdos, a contar historias y a charlar, “sin complejos”, porque “los Baroja siempre hemos dicho lo que pensamos”.

Se cumplen 50 años de la muerte de su tío, y se multiplican los homenajes, ¿se conocen su obra y su trayectoria lo suficiente?

Yo no sé hasta qué punto pueden llegar a despertar la pasión por la lectura unos actos como estos, pero es indudable que el hablar de un novelista, que se citen sus obras y que ese escritor se mantenga cerca del pueblo euskaldun, siempre significará algo. También creo que es muy significativo que de todos los autores de aquella famosa generación del 98 sea Pío el que se mantiene con mayor fuerza y vida. Han pasado ya 50 años y la sociedad ha cambiado totalmente. Hemos pasado de una sociedad agrícola a una sociedad industrial y de consumo. Pero, a pesar de todo, el autor se mantiene, y eso me parece importantísimo.

¿Cree que los jóvenes de hoy tienen una conciencia real de quién fue Pío Baroja?

No puedo hablar de las nuevas generaciones. Aunque estos días he estado hablando con los profesores del Instituto Pío Baroja de Irun. Hemos conversado de muchas cosas y la mayoría están de acuerdo en que la educación de hoy en día es fatal. Tiene muchas carencias y muchos olvidos, se está orientando hacia unas técnicas nuevas que están repercutiendo en la lectura de libros. Los niños de hoy en día no saben nada. Pío Baroja les suena a chino, aunque también les suena a chino cualquier cosa de hace dos años. Algunos no saben ni la diferencia que hay entre el norte y el sur. Pero en el tema de las aficiones literarias creo que tiene que ver más el gusto y la sensibilidad de la persona que la propia educación. Si se les habla de un autor y se les leen unas páginas les puede enganchar. Siempre hay un porcentaje pequeño de afectos a la literatura, esto también ocurría antes. Pero las cosas han cambiado. Por ejemplo, era impensable que en un pueblo como Bera de Bidasoa se le hicieran la clase de homenajes que se le están haciendo. El otro día se inauguró una exposición de pintura y se acercaron 100 chicos. Antes hubiesen ido sólo dos.

¿Qué relación han mantenido los Baroja con la ciudad de Donostia?

Mi tío Pío en una ocasión dijo lo siguiente: “he nacido en Gipuzkoa, en la ciudad de San Sebastián, lo primero me entusiasma, lo segundo no tanto”. Él criticó bastante a Donostia y a los donostiarras. Dijo que era un pueblo que estaba al servicio de los veraneantes, y que estaba loco por fotografiarse con el Rey. Decía que era un pueblo de hoteleros. No el San Sebastián de mi abuelo Serafín Baroja, que es de la época de Bilintx. Entonces Donostia era un pueblo popular, que celebraba grandes fiestas populares. Pero el San Sebastián que conoció Pío había cambiado, había perdido el sabor localista que tenía antaño. Estaba pendiente de la familia real, como está hoy pendiente del Festival de Cine o del de jazz. Además, Donostia nunca le trató demasiado bien a Pío. La estatua de Victorio Macho que estaba metida en el Museo San Telmo subió y bajó las escaleras muchas veces, en función de si el alcalde del momento era liberal o carlista. La quitaban y la volvían a poner. Han tardado muchos años en ponerle una calle, al final se la han puesto en un barrio nuevo y pretencioso y a él le hubiera gustado estar en la Parte Vieja, al lado del puerto. Las formaciones municipales de los últimos años tampoco han hecho nada, ni por Pío ni por mi abuelo Serafín.

¿Ha llegado el momento de acabar con los estigmas que acarreaba Don Pío? Se le llegó a tachar de inconformista e, incluso, de misógino.

Los clichés son repetitivos siempre. Lo de misógino es una cantinela que lleva repitiéndose muchos años por gente que no le ha leído. Quien le haya leído sabe que en las novelas de Don Pío existe una variedad de mujeres impresionante y muy interesante, que provocan un despertar amoroso y de admiración. Otra cosa es lo que escribió después en algunos ensayos. Sobre todo hacía una crítica de la mujer española que entonces estaba dominada por la sacristía y el confesionario. La vida sexual estaba condicionada por los curas y por el pecado. La revolución de la mujer en los últimos años ha sido grande. Trabaja y gana dinero, se ha independizado del marido. Además, existe la química moderna que ha posibilitado los anticonceptivos que facilita las relaciones amorosas. Por último, la idea del pecado se ha venido abajo. El otro día hicimos la prueba de preguntar a cinco chicos si sabían los diez mandamientos y no sabían ninguno.

También le llamaron “antivasco”.

Así es. Fueron los vizcaínos. En este País Vasco ha habido dos tendencias desde hace mucho tiempo. Por un lado han estado los carlistas, y, por otro, los Liberales. Dentro del Carlismo están los vizcaínos, quienes defendían la premisa de “Jaungoikoa eta lege zaharra”. Hoy es una idea impensable. Mi tío se metió mucho con los bizkaitarras, él sabía que todo este tinglado se lo inventó Sabino Arana. Los vascos auténticos no eran los vascos, sino lo vizcaínos, el resto eran maquetos. Te puedes imaginar las cosas que decían los maquetos, que les gustaba bailar el agarrao y otra serie de estupideces. Toda esta parafernalia moderna está basada en la ignorancia.

¿Qué recuerdos conserva de la convivencia con su tío?

Yo viví con él 27 años de mi vida, 27 de sus últimos años. Lo recuerdo anciano. Era un hombre afable, trabajador y muy sincero. No tenía pelos en la lengua, y no se dejó convencer por el canto de las sirenas. Él fue anti todo en España, porque tenía una idea distinta de lo que se llevaba. Era muy crítico. En su juventud se sintió anarquista. Luego escribió unas novelas demoledoras sobre la situación social de entonces. Más tarde fue anti Primo de Rivera. Luego le pareció que la República había fracasado, se fue al exilio, volvió, y también pagó el hecho de manifestarse contrario al franquismo, porque lo encerraron. Yo lo he vivido todo, la guerra y la posguerra, hasta que me fui a México porque estaba asqueado de la España de entonces. Me fui en 1952 y estuve allí siete años. Volví porque se fueron muriendo todos y nos quedamos mi hermano Julio y yo solos. Vine en 1959 para que estuviéramos juntos.

¿Cree que el no haberse sabido “vender” socialmente ha perjudicado a que la obra de los Baroja no se haya conocido lo suficiente?

No. Hay libros de los que se han vendido un millón de ejemplares, como “El árbol de la ciencia”.

¿Es cierto que pretendió hacer un museo en Itzea?

Yo quise hacer un museo para quitarme los visitantes de encima. Lo quise hacer en la casita que hay enfrente, pero el Gobierno de Navarra no se esforzó para nada. Nosotros nunca hemos recibido ayuda de ningún sitio, ni falta que hace. Ya veremos lo que hacen mis hijos en el futuro, a lo mejor adoptamos un niño chino y lo hacemos heredero.

Además de cosas y recuerdos de cinco generaciones esta casa tiene obras hechas por los que vivieron en ella. Cuadros, grabados y escritos de Ricardo. Grabados y escritos de Julio, novelas de Pío. No hemos comprado nada, nosotros lo hemos hecho todo, y con cuatro perras gordas, nunca ha habido aquí una obra que costara más de mil pesetas. Aquella cabeza de la virgen la encontró mi abuelo Serafín en la Segunda Guerra Carlista. Estaba de corresponsal para el periódico El Tiempo. Llegó a una ermita de Gipuzkoa que había sido bombardeada, la virgen estaba quemada y se llevó lo que quedaba de ella.

¿Cómo llegaron los Baroja a esta casa?

Itzea pertenecía a la Familia Alzate. En realidad, era de mi bisabuela Gertrudis Goñi y Alzate. Cuando salió a la venta Pío la compró por un sentido romántico. Corría el año 1912. La casa estaba totalmente destrozada. Poco a poco la fueron arreglando, tardaron muchos años en acondicionarla.

¿A qué se dedica usted ahora?

Al amor… (ríe) he trabajado 25 años en el cine haciendo documentales. Ahora, al final, me he dedicado a escribir. He escrito novelas y ahora estoy terminando la biografía de mi abuelo Serafín, que se publicará dentro de dos meses. Ahí cuento todas estas desavenencias con el Ayuntamiento de Donostia. Hace algún tiempo fui a ver si había alguna posibilidad de que me publicaran la obra, pero me dijeron que no, sin ningún tipo de explicación. Lo voy a publicar con la editorial que tiene mi hijo ahora, y nos quedamos tranquilos. Yo con el Ayuntamiento de Donostia no tengo ninguna relación, lo único que hago es pagar una contribución por un piso que tengo allí, y nada más.

¿Le gusta visitar la ciudad?

Sí, me gusta mucho pasear por la Parte Vieja, ver el mar, ir al puerto.

¿Qué ve cuando mira la situación política de nuestros días?

Al mediodía me han llamado de un periódico de Madrid para hacerme una entrevista y me han preguntado sobre el movimiento político actual de acercamiento. Yo he respondido que en Euskal Herria siempre han predominado dos tendencias: la de los carlistas y la de los liberales. Si la primera Guerra Civil se resolvió con un Abrazo de Bergara, ¿por qué no vamos a resolver el problema de ahora con otro abrazo? Creo que hay que hacer muchas concesiones. No podemos seguir en la cuarta guerra civil. Porque esto es una guerra larvada. No hay cañones, no hay líneas de fuego ni soldados, pero hay tantos muertos como en cualquier otra guerra. No sé lo que va a pasar. Yo no soy político pero me imagino que hay pretensiones que ninguna de las dos partes va a conceder. También está el peso de la gente que está fuera de Euskal Herria. Desde aquí podemos verlo de una forma particular pero desde fuera se ve de otra manera. Lo malo es que nos hemos habituado a esta situación. Tiene que ver una flexibilidad muy grande y tiene que pasar mucho tiempo.

Pío Caro Baroja (Madrid, 5 de abril de 1928)

Pío Caro Baroja, cuarto y último hijo de Rafael Caro Regio y Carmen Baroja Nessi, es sobrino del novelista Pío Baroja y del pintor Ricardo Baroja, y hermano del historiador y antropólogo Julio Caro Baroja. La película El ladrón de bicicletas, de Vittorio Sica, despertó su afición al cine, que ejercitó como crítico durante su estancia en México entre 1952 y 1959, donde también fue ayudante de dirección del cineasta mexicano Emilio Fernández. En dos películas que éste realizó con el poeta exiliado español Manuel Altolaguirre. En México dirigió sus dos primeros documentales de carácter etnográfico: Carnaval en Tepoztlán y Fiesta vasca en México, entre 1955 y 1956. A su vuelta a España fundó, en 1964, con su hermano Julio la productora Documentales Folclóricos de España, con la que rodó Los diablos danzantes (1964); El carnaval de Lanz (1964), y Romería de la Virgen de la Peña (1969). En su filmografía también destacan las cintas: Pescadores gallegos (1966); El País Vasco (1966); El País Vasco de Baroja (1967); Navarra, cuatro estaciones (1971-1972); Guipúzcoa (1978) o Baroja a través de Baroja.

Pío Caro también es autor de obras literaria de temática diversa sobre cine, cultura popular y memorias de su propia familia, con títulos como La soledad de Pío Baroja; Esos cojos del camino; El neorrealismo cinematográfico italiano; Las estructuras fundamentales del cine; Imagen y derrotero de Ricardo Baroja; El romancero del tío Miguelillo, Canciones de ida y vuelta; El Gachupín; El Gachupín en busca de la juventud perdida; o Itinerario sentimental, guía de Itzea, entre otros. Además, es editor y responsable de la edición de los poemarios Haizegunea, el viento sur, y Tres Barojas, libro de su madre Carmen Baroja Nessi.

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