“EL CORO.- Desde aquí oímos tu poderosa voz, Urtzi Thor. Hasta nosotros llega tu acento. ¡Ven, ven a estas tierras meridionales! ¡Abandona el país del sol de medianoche! ¡Todo vuelve, todo retorna, tú volverás también!

URTZI THOR.-¡Adiós! ¡Adiós, Pirineos próximos al Océano! ¡Montes suaves y luminosos! ¡Valles verdes y templados! ¡Aldeas sonrientes y sonoras! ¡Adiós viejos vascos altivos y joviales de perfil aguileño! ¡Adiós mozas alegres y danzarinas! Os saludo por última vez desde mis desiertos helados. ¡Adiós! ¡Adiós para siempre! ¡Adiós!”

(Pío Baroja: “La leyenda de Jaun de Alzate; Adiós Final.”)

El “Jaun de Alzate” de Pío Baroja, ¿una resonancia de “Fausto” en el Bidasoa? (I/II)

Raul Guillermo ROSAS VON RITTERSTEIN

“EL CORO.-Desde aquí oímos tu poderosa voz, Urtzi Thor. Hasta nosotros llega tu acento. ¡Ven, ven a estas tierras meridionales! ¡Abandona el país del sol de medianoche! ¡Todo vuelve, todo retorna, tú volverás también!

URTZI THOR.-¡Adiós! ¡Adiós, Pirineos próximos al Océano! ¡Montes suaves y luminosos! ¡Valles verdes y templados! ¡Aldeas sonrientes y sonoras! ¡Adiós viejos vascos altivos y joviales de perfil aguileño! ¡Adiós mozas alegres y danzarinas! Os saludo por última vez desde mis desiertos helados. ¡Adiós! ¡Adiós para siempre! ¡Adiós!”

(Pío Baroja: “La leyenda de Jaun de Alzate; Adiós Final.”)

Mucho se ha hablado y escrito sobre Pío Baroja y sus ideas, tan pesimistas en la mayoría de los casos. También muchas veces no se lo ha comprendido. Debemos sin duda estar agradecidos a que se haya equivocado más de una vez, como por ejemplo cuando extendía, como médico que era, el certificado de defunción del euskera, falto según él de posibilidades de evolución y adaptación al mundo moderno. Pero siempre podemos coincidir en que los aportes de toda su vida de escritor marcaron gran parte de la cultura escrita de los vascos contemporáneos. Tras este pasado año en particular, cuando hemos recordado el cincuentenario de su muerte, se impone por todo eso una relectura de sus escritos en general1.

En este caso en especial, hemos de tratar un aspecto algo descuidado de su actividad literaria. La imagen que tuvo y transmitió en algunas de sus obras, acerca de la compleja Edad Media de Euskal Herria2, y con mayor detalle algunos aspectos específicos de la misma en “La leyenda de Jaun de Alzate”, su más extenso e interesante trabajo a ese respecto.

Es claro que la posición ideológica tan peculiar de Pío Baroja y su pertenencia a una época que apenas comenzaba a descubrir que detrás de la leyenda negra y de la leyenda blanca había mucho para hacer en pro del conocimiento real de aquellos tiempos, no podía permitirle ver con simpatía, mucho menos con cierto grado de objetividad, el medioevo en general, y en particular el correspondiente al espacio geográfico vasco3. De un modo que sin duda le hubiera chocado un poco de haber reflexionado sobre ello, las opiniones del gran escritor iban de la mano con aquellas tan interesantes definiciones que vieron la luz en Madrid en la época de las primeras ediciones modernas de los textos de Lope García de Salazar en cuanto a que toda Euskal Herria era en aquel momento nada más que una inmensa escabechina llevada a cabo por personajes que sólo pensaban en asesinarse mutuamente por cuestiones de honor mal entendido y que Dios librara a quienes se veían en medio de los grupos enfrentados. Harían falta muchos años y muchas investigaciones para poner las cosas en su justo punto y al respecto recién la década del ’40 del pasado siglo vería los primeros intentos de equilibrar el análisis y señalar que en las tierras vascas de aquel momento había también muchas gentes que no dedicaban todas sus energías a la guerra y la muerte traicionera. Pero volviendo a lo que tocábamos, en la introducción a “Las Bienandanzas...” que mencionábamos más arriba decía, por ejemplo, el destacado Trueba4: “Si la historia de la comarca en tales tiempos es una serie de violencias sin cuento, celadas, asaltos, desafíos y batallas campales en que lo más brioso y florido de su juventud perece; si los linajes se arman haciendo leva de vasallos, se arriman a un bando o se apartan de él, sin otro impulso que la ciega pasión de un momento; si se encuentran en un camino dos cabalgadas de bandera contraria, y sin previa declaración de guerra traban batalla para satisfacción insana de su odio, por hambre de reñir, y riñen hasta retirarse cansados, si en semejantes días la ira no se harta de espiar, sino que aguarda la ocasión y usa de élla sin duelo y con presteza; si el hogar es a veces campo de batalla y el ofendido o el que se cree tal, acompañado o sólo, según cuadra mejor a la seguridad de su venganza, acecha en todas partes, en el camino de una romería, en las puertas de un monasterio, al pasar el vado, en la espesura de un monte, a la sombra de una tapia, en las tinieblas, al mediodía, al yantar, al dormir, al armarse, al cabalgar, al pararse arredrado por un rumor extraño, al arremeter para salvar la trocha o el desfiladero; si el hombre dominado por una especie de vértigo, sólo halla placer en destruir a su semejante, en arrancarle la vida y arrebatarle los bienes y demolerle cuanto edificó...” Esta primera edición del texto más conocido de García de Salazar fue auspiciada por Alfonso XII, pero, con todo, no bastó el peso del real patrono para que casi al tiempo de su aparición se suscitara contra ella una cierta oposición que sostenía ser la misma demasiado “fuerte” en el relato que hacía de los tiempos antiguos. Nos informa al respecto Rafael González Orejas5: “Sobre la primera edición [...], Vicente de la Fuente en un severo informe presentado a la Real Academia de la Historia, califica estos escritos de ‘inmorales’...” Con seguridad el problema pasaba, antes que por la inmoralidad, por el hecho de que el viejo texto salazariego desnudaba actitudes que, más allá de ser por todos conocidas o al menos presumidas, afectaban la caballeresca imagen ideal de los grandes señores feudales “españoles” generada por el omnipresente romanticismo, cuando lo único que en realidad hacía era desvelar su humanidad, en nada diferente de la de tantos otros anteriores y posteriores, aquí y en todas partes...

Además de ese condicionamiento inevitable ejercido por su ambiente y su tiempo, la visión de don Pío no se evade de su cuasi constante pesimismo ¿unamuniano?, ¿”noventayochista”?... Lo cierto es que esa postura, la misma que hace clara la imagen que acuñara en torno de aquel soñado rincón bidasoano de una república en donde se viviera “sin moscas, sin frailes y sin carabineros”, tal vez nada más que épatant, que tanto le gustaba adoptar, lo puso muchas veces en aprietos, ocasionalmente muy serios, como por ejemplo en aquel oscuro verano de 1.936, cuando nuestro autor, ya tiempo atrás apartado del mundo cotidiano en su bienamada Itzea, recibió la visita de aquellos que muy acertadamente definiría algún autor español bastante enfrentado políticamente a Baroja, como retornados desde un hondón del siglo XIX –lo cual no deberíamos entender necesariamente como una calificación peyorativa sino más bien metodológica–, es decir los carlistas del Requeté, que al parecer no habían olvidado algunas de esas hirientes palabras que cada tanto dejaba deslizar en sus obras el ya veterano escritor.

Invirtiendo el viejo refrán, “donde las toman las dan”, y parece que esto último no auguraba en aquel momento nada bueno para la supervivencia de Baroja, de no haber sido por la intercesión de los mandos carlistas navarros quienes supieron comprender a tiempo que ya, como hubiera merecido casi en aquel mismo momento Unamuno, el escritor estaba más allá de las luchas ideológicas. Como sea, por desgracia muchos otros, muchísimos y de ambos bandos, no salieron tan bien librados, con un no muy prolongado destierro parisino como él lo hiciera...

En fin de cuentas, la articulación general que da marco a la trama de “Zalacaín el aventurero” –1.909–, historia que transcurre durante la última ‘Carlistada’ y en donde se deslizan casi constantemente los duros ataques de don Pío a todo lo que oliera a tradicionalismo y religión, es asimismo el juego especular a través de los tiempos de la recreación de un tema medieval vasco, que ha extraído de un texto que por lo visto conocía y amaba mucho: “Las Bienandanzas y Fortunas”, la repetición, siglos después, en otras circunstancias –el “eterno retorno” de la filosofía germana al cual tan afecto era Baroja, obviando los orígenes de la idea–, de un asesinato banderizo. El autor llega a adoptar la típica prosa salazariega en el capítulo V de esa obra suya, el titulado “De cómo murió Martín López de Zalacaín en el año de gracia de mil cuatrocientos y doce”, atribuyendo al supuesto cronista “Íñigo Sánchez de Ezpeleta” una sangrienta historia muy al uso del terrible Lope y no muy apartada de la realidad además, puesto que la base verdadera sobre la cual edificó también la historia de “La leyenda de Jaun de Alzate” -trece años después, en 1.922-, la ha tomado sin lugar a dudas Baroja de los viejos textos de García de Salazar en primer término, como él mismo señala en algún pasaje acerca de la familia de Alzate histórica: “Los Alzate fueron banderizos influyentes, y de ellos habla Lope García de Salazar en su obra de Las bienandanzas y fortunas, en el Libro XXII. Se les ve intervenir en las luchas de los linajes de Guipúzcoa, y, al parecer, unas veces son amigos de los Oñez y otras de los Gamboas.”6 La referencia, algo confusa, que trae Baroja acerca de sus antepasados de Alzate que figuran en la obra de Lope, es la que va en el Libro XXII del banderizo desde el fin de la segunda columna del folio 71 hasta la línea 36 de la primera columna del siguiente y transcribimos en nota7.

Baroja produce un texto nuevo por el procedimiento de cortar y reformar partes de la crónica salazariega, como podemos notar comparando su relato del “Zalacaín...” con las narraciones de Lope que preceden inmediatamente a las que indicamos en nota y aquí omitimos por encontrarse asimismo en el artículo de Iñaki Bazán ya mencionado en nota2: “-Bueno. Pues dice así. ‘Título: De cómo murió Martín López de Zalacaín, en el año de gracia de mil cuatrocientos y doce.”

Leído esto, Soraberri tosió, escupió y comenzó esta relación con gran solemnidad.

‘Enemistad antigua señalada avya entre el solar d’Ohando, que es del reino de Navarra, é el de Zalacaín, que es en tierra de la Borte. E dicese que la causa della foe sobre envidia e a cual valia mas, e ficieronmuchos malheficios e los de Zalacain quemaron vivo al senyor de Sant Pedro en una pelea que ovyeron en el llano del Somo e porque no dexo fijo el dicho senyor de Sant Pedro casaron una su fija con Martin Lopez de Zalacain, ome muy andariego.’

‘E dicho Martin Lopez seyendo venido a la billa d’Urbia foe desafiado por Mosen de Sant Pedro, del solar d’Ohando, que era sobrino del otro senyor de Sant Pedro e que habia fecho muchos malheficios, asechanzas e rrobos.’

‘E Martin Lopez contestole a su desafiamiento: Como vos sabedes yo so contado aqui por el mas esforzado ome y ardite en el fecho de las armas en toda esta tierra y paresce que los d’Ohando a vos han traido por la mejor lanza de Navarra por vengar la muerte de mi suegro que foe en la pelea con lealtad en el Somo e como el cuibdaba matar a mi, yo a el.’

‘E por ende si a vos pluguiese que nos probemos vos e yo, uno para otro, fasta que uno de nos o ambos por ventura muramos, a mi plasera mucho e aquí presto.’

‘E respondiole Mosen de Sant Pedro que le plasia e se citaron en el prado de Sant Ana. En esta sazon venya dicho Martin Lopez encima de su cavallo como esforzado cavallero e antes de pelear con Mosen de Sant Pedro fue herido de una saeta que le entro por un ojo e cayo muerto del cavallo en medio del prado. E lo desjarretaron. E preparo la asechanza e armo la ballestta e la disparo Velche de Micolalde, deudo e amigo de Mosen de Sant Pedro d’Ohando. E los omes de Martin Lopez como le veyeron muertto e eran pocos enfrente de los de Ohando, ovyeron muy grant miedo e comenzaron todos a fugir.’

‘E cuando lo supo la mujer de Martin Lopez fue la triste al prado de Sant Ana, e cuando vido el cuerpo de su marido, sangriento e mutilado, se afinojo, prisole en sus brazos e comenzo a llorar maldiciendo la guerra e su mala fortuna. E esto pasaba en el año de Nuestro Señor de mil cuatrocientos y doce.’

Cuando concluyó el señor Soraberri...”

Lo mismo se hace claro en una obra menor de su pluma, “La Dama de Urtubi y otras historias más.”, a lo largo de la cual, si bien transcurre la acción en el siglo XVII, en el período de los grandes procesos contra la brujería llevados a efecto por Pierre de Lancre y sus colegas, vuelve a mencionar, rescatando con pequeñas variaciones, trozos de la vida medieval del linaje emparentado de Alzate:

“- Es extraño. Sin duda se conserva en el pueblo el recuerdo de la rivalidad de las dos familias. Pues sí, es cierto. Los Urtubis y los Saint-Pée fueron antiguamente enemigos encarnizados. Se disputaban la dirección del Labourd. Mis antepasados y los tuyos, que tenían su apellido, Álzate, lucharon repetidas veces con los Saint-Pée. Los Alzates contábamos con partidarios en la parte de allá de los Pirineos; don Rodrigo de Álzate, patrono del barrio que lleva su nombre en Vera de Navarra, era uno de nuestros aliados. Teníamos también derecho a ocupar y guarnecer un torreón fortificado en el Bidasoa. Al iniciarse en el país vascoespañol la guerra de los linajes, la política hizo que nosotros nos uniéramos con el bando gamboíno y los Saint-Pée con el oñacino. En 1413, un Saint-Pée mató a un Álzate, señor de Urtubi, a traición, según nuestras crónicas; los de Urtubi, reunidos con hombres de solares amigos y con el capitán Fernando de Gamboa, que vino de Guipúzcoa, avanzaron hasta Saint-Pée a sangre y a fuego; pero a la vuelta cayeron en una emboscada, y murieron asaeteados casi todos los nuestros, entre ellos Fernando de Gamboa. Al desaparecer en Francia la influencia española, se extinguió la rivalidad entre oñacinos y gamboínos, y en 1514, época en que Luis de Álzate, barón de Urtubi, era copero de Luis XII y su bailío en el Labourd, las dos familias se reconciliaron y se olvidaron los antiguos resentimientos.”

Esto en cuanto a la aproximación general de nuestro autor a esa época del pasado vasco que sin duda no le debía agradar demasiado, si bien tal vez por eso mismo su compleja personalidad se deleitaba en volver a élla constantemente, como hemos señalado, ya por obras completas, ya por menciones sueltas. Es que seguramente para él, el período medieval, como lo entendía, marcaba el momento preciso en el cual, de la mano con el paganismo, se alejaba la original libertad vasca, “encadenada” de allí en más por la creencia cristiana. Y así es que surge de su pluma el libro al cual dedicamos estas notas, su mayor incursión en el período medieval de Euskal Herria, como ya hemos señalado, escrita en una clave extraña, en la cual, sin embargo se hacen presentes dos de los motivos rectores de los escritos barojianos: la identificación del autor con el personaje y la visión desengañada de la vida. Más de una década después de la aparición del “Jaun...”, Ricardo Gullón al hablar de las obras de don Pío especificaba una serie de rasgos propios de la actividad creativa de aquel que, si bien extraídos de la consideración del “Aviraneta...”, pueden ser transportados sin problemas a toda su producción: “Esta actitud suya anárquica se contrapesa con una rectitud interna de primer orden, un afán de trabajo que es en él constante, ir trazando sus obras al filo de los días en incesante labor, en rebusca de textos y datos que sirvan de oxígeno a la atmósfera de su novelística. Pues van sus creaciones enfiladas hacia el rasgo significativo y pocas veces se ha llegado a mejor depuración en el arte de enterarse de las cosas que la conseguida por Pío Baroja, quien sabe rendirnos por una historia bien ligada al ambiente de un lugar y de un momento. Copia cuando hace falta, en las biografías especialmente, pero todo cuanto pasa por su pluma queda por este hecho incorporado a la obra como específicamente suyo, secreto del auténtico escritor que domina cuanto toca...”

“El gusto de Baroja por la anécdota le lleva, con cierta frecuencia, extraviado de su camino: sale con el personaje, lo agita en todos los sentidos y en cada esquina inventa un azar que le atrae, un cuentecillo que le adormece, hasta que, a medio andar, se encuentran autor y personaje perplejos, sin saber a donde ir porque se les olvidó la meta o porque pudiera ocurrir que su salida no tuviera otro objeto que cazar peripecias, irse, poco a poco, sepultando bajo inquietudes y sobresaltos hasta quedar inmóviles, dando la sensación de que figura y creador se han cansado de tanto azacanear a la deriva. Y no es realmente que la criatura barojiana ame la aventura; en general es impaciente, no goza del azar porque vive una intriga soñando con la que ha de seguirla, apenas ha llegado y está deseando marcharse.”8

Estos rasgos tan bien demarcados saltan a la vista en Jaun, a la par con otros motivos sobre los cuales hemos de hablar en la segunda parte.

Bibliografía:

Baroja, Pío: “Desde la última vuelta del camino –Memorias– Bagatelas de otoño”, Biblioteca Nueva, Madrid, 1.949.

“La leyenda de Jaun de Alzate”, Espasa Calpe, Madrid, 1.972.

“El País Vasco”, Labor, Barcelona, 1.953.

“Obras completas”, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 1.948..

Matus, Eugenio: “Introducción a Baroja”, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Santiago de Chile, 1.972.

Placer, Eloy L.: “Lo vasco en Pío Baroja”, Ekin, Buenos Aires, 1.968.

1 Como se decía en el final de un severo artículo del “Boletín del Instituto Americano de Estudios Vascos” (año VII, Vol. II, nº 27, Buenos Aires, Octubre-Diciembre 1.956, pp. 239-40), al dar la noticia de su muerte: “De corazón deseamos a su atormentado espíritu, en recompensa de su laboriosidad ejemplar, de la difusión de nuestras bellezas naturales y tipos humanos por el mundo, el descanso sempiterno.”

2 Iñaki Bazán ha escrito un interesante artículo titulado “La influencia de ‘Las Bienandanzas e Fortunas’ de Lope García de Salazar en la obra de Pío Baroja”, en ‘Euskonews & Media’, 66ª edición, 2.000/2/11-18), en el cual se trata en especial el manejo hecho por Baroja del clásico del banderizo vizcaíno en su ‘Zalacaín el aventurero’.

3 Precisamente el mismo articulista citado en la nota 1, decía al respecto en el artículo fúnebre de don Pío que: “Con excepción del terruño, el mar, parte del folklore y versillos euskéricos y un primitivismo pagano vivamente estereotipado en ‘Jaun de Alzate’, [subrayado nuestro] lo más amado por el pueblo vasco, fue para D. Pío, abominable” Pensamos que es por lo demás posible que lo estereotipado en el ‘Jaun...’, no sólo del paganismo sino de la mayoría de las actitudes de los personajes, obedezca precisamente al aire de Fausto en tono menor que el autor impone a sabiendas a la obra y además -como tendremos ocasión de mencionar avanzando en el cuerpo del artículo-, a una muy barojiana toma de posición crítica ante aquel otro clásico vasco, la archifamosa “Amaya” de Navarro Villoslada.

4 Antonio de Trueba, Cronista de Bizkaia desde 1.862, había asimismo abrevado en la obra de Lope García de Salazar para algunas de sus producciones literarias propias -v. g. “La Paloma y los Halcones”, de 1.865-, y a su triple condición de autor, cronista y coterráneo del banderizo famoso debió el honor de prologar aquella primera edicion madrileña de Maximiliano Camarón, de 1.884.

5 “don lope garcía de salazar”, Bilbao Bizkaia Kutxa, Bilbo, 1.990, p. 28.

6 Baroja, Pío: “El País Vasco”, Labor, Barcelona, 1.953, p. 288.

7 “En el año del Señor de UCCCCXIIJ años o / viendo guerra Mosen Juan de Sant Pedro con el so / lar de Alçate que es en Nauarra que era su / comarcano e diole salto vna aluorada / al pie de su casa e salieron a pelear con / el e fueron ençerrados e quedaron muer / tos el señor de Alçate e vn fijo legitimo / que el auja. // Fechas estas muertes desposo Ferrando / de Gamboa que biuja en la Renteria de Go / yaçu a su fijo Juan de Gamboa con fija ere / dera que dexo aquel Señor de Alçate e ayun / taronse con el dicho Ferrando de Gamboa de to / dos los solares de los Gamboynos de Guj / puscoa çiertos escuderos e fisieron / se grande gente e pasaron por Yruña A / rançu e a Sant Juan de Lus e los de Alcate / por la otra parte, Mosen Juan Señor de San Pedro con sus parientes e con CL lacayos / que le venjeron de los solares de Ones e de / Gujpuscoa saliolos a Reçeujr ençi / ma de su cauallo como esforçado ca / uallero e pelearon en vn llano ençima / del Somo que es entre San Juan de Lus e / Sant Pedro e fueron desuaratados los Gam / boynos e morio alli aquel Ferrando de / Gamboa e muchos de los suyos e seguj / eronlos en el alcançe fasta el Rio que vie / ne a Sant Juan de Lus e afogaronse / muchos en el que estaua creçida la mar / por manera que en el campo e en el alcançe / e en el Rio morieron CL omes e perdieron / todas las armas que leuauan e asi tor / naron destroçados los que escaparon.”

8 Ricardo Gullón: “Pulso de Pío Baroja”, Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2007 Edición digital a partir de Isla. Hojas de arte y letras, núm. 7-8 (1935), pp. 184-189 por cortesía de los herederos del autor.

El “Jaun de Alzate” de Pío Baroja, ¿una resonancia de “Fausto” en el Bidasoa? (I/II)

Raul Guillermo ROSAS VON RITTERSTEIN

“EL CORO.-Desde aquí oímos tu poderosa voz, Urtzi Thor. Hasta nosotros llega tu acento. ¡Ven, ven a estas tierras meridionales! ¡Abandona el país del sol de medianoche! ¡Todo vuelve, todo retorna, tú volverás también!

URTZI THOR.-¡Adiós! ¡Adiós, Pirineos próximos al Océano! ¡Montes suaves y luminosos! ¡Valles verdes y templados! ¡Aldeas sonrientes y sonoras! ¡Adiós viejos vascos altivos y joviales de perfil aguileño! ¡Adiós mozas alegres y danzarinas! Os saludo por última vez desde mis desiertos helados. ¡Adiós! ¡Adiós para siempre! ¡Adiós!”

(Pío Baroja: “La leyenda de Jaun de Alzate; Adiós Final.”)

Mucho se ha hablado y escrito sobre Pío Baroja y sus ideas, tan pesimistas en la mayoría de los casos. También muchas veces no se lo ha comprendido. Debemos sin duda estar agradecidos a que se haya equivocado más de una vez, como por ejemplo cuando extendía, como médico que era, el certificado de defunción del euskera, falto según él de posibilidades de evolución y adaptación al mundo moderno. Pero siempre podemos coincidir en que los aportes de toda su vida de escritor marcaron gran parte de la cultura escrita de los vascos contemporáneos. Tras este pasado año en particular, cuando hemos recordado el cincuentenario de su muerte, se impone por todo eso una relectura de sus escritos en general1.

En este caso en especial, hemos de tratar un aspecto algo descuidado de su actividad literaria. La imagen que tuvo y transmitió en algunas de sus obras, acerca de la compleja Edad Media de Euskal Herria2, y con mayor detalle algunos aspectos específicos de la misma en “La leyenda de Jaun de Alzate”, su más extenso e interesante trabajo a ese respecto.

Es claro que la posición ideológica tan peculiar de Pío Baroja y su pertenencia a una época que apenas comenzaba a descubrir que detrás de la leyenda negra y de la leyenda blanca había mucho para hacer en pro del conocimiento real de aquellos tiempos, no podía permitirle ver con simpatía, mucho menos con cierto grado de objetividad, el medioevo en general, y en particular el correspondiente al espacio geográfico vasco3. De un modo que sin duda le hubiera chocado un poco de haber reflexionado sobre ello, las opiniones del gran escritor iban de la mano con aquellas tan interesantes definiciones que vieron la luz en Madrid en la época de las primeras ediciones modernas de los textos de Lope García de Salazar en cuanto a que toda Euskal Herria era en aquel momento nada más que una inmensa escabechina llevada a cabo por personajes que sólo pensaban en asesinarse mutuamente por cuestiones de honor mal entendido y que Dios librara a quienes se veían en medio de los grupos enfrentados. Harían falta muchos años y muchas investigaciones para poner las cosas en su justo punto y al respecto recién la década del ’40 del pasado siglo vería los primeros intentos de equilibrar el análisis y señalar que en las tierras vascas de aquel momento había también muchas gentes que no dedicaban todas sus energías a la guerra y la muerte traicionera. Pero volviendo a lo que tocábamos, en la introducción a “Las Bienandanzas...” que mencionábamos más arriba decía, por ejemplo, el destacado Trueba4: “Si la historia de la comarca en tales tiempos es una serie de violencias sin cuento, celadas, asaltos, desafíos y batallas campales en que lo más brioso y florido de su juventud perece; si los linajes se arman haciendo leva de vasallos, se arriman a un bando o se apartan de él, sin otro impulso que la ciega pasión de un momento; si se encuentran en un camino dos cabalgadas de bandera contraria, y sin previa declaración de guerra traban batalla para satisfacción insana de su odio, por hambre de reñir, y riñen hasta retirarse cansados, si en semejantes días la ira no se harta de espiar, sino que aguarda la ocasión y usa de élla sin duelo y con presteza; si el hogar es a veces campo de batalla y el ofendido o el que se cree tal, acompañado o sólo, según cuadra mejor a la seguridad de su venganza, acecha en todas partes, en el camino de una romería, en las puertas de un monasterio, al pasar el vado, en la espesura de un monte, a la sombra de una tapia, en las tinieblas, al mediodía, al yantar, al dormir, al armarse, al cabalgar, al pararse arredrado por un rumor extraño, al arremeter para salvar la trocha o el desfiladero; si el hombre dominado por una especie de vértigo, sólo halla placer en destruir a su semejante, en arrancarle la vida y arrebatarle los bienes y demolerle cuanto edificó...” Esta primera edición del texto más conocido de García de Salazar fue auspiciada por Alfonso XII, pero, con todo, no bastó el peso del real patrono para que casi al tiempo de su aparición se suscitara contra ella una cierta oposición que sostenía ser la misma demasiado “fuerte” en el relato que hacía de los tiempos antiguos. Nos informa al respecto Rafael González Orejas5: “Sobre la primera edición [...], Vicente de la Fuente en un severo informe presentado a la Real Academia de la Historia, califica estos escritos de ‘inmorales’...” Con seguridad el problema pasaba, antes que por la inmoralidad, por el hecho de que el viejo texto salazariego desnudaba actitudes que, más allá de ser por todos conocidas o al menos presumidas, afectaban la caballeresca imagen ideal de los grandes señores feudales “españoles” generada por el omnipresente romanticismo, cuando lo único que en realidad hacía era desvelar su humanidad, en nada diferente de la de tantos otros anteriores y posteriores, aquí y en todas partes...

Además de ese condicionamiento inevitable ejercido por su ambiente y su tiempo, la visión de don Pío no se evade de su cuasi constante pesimismo ¿unamuniano?, ¿”noventayochista”?... Lo cierto es que esa postura, la misma que hace clara la imagen que acuñara en torno de aquel soñado rincón bidasoano de una república en donde se viviera “sin moscas, sin frailes y sin carabineros”, tal vez nada más que épatant, que tanto le gustaba adoptar, lo puso muchas veces en aprietos, ocasionalmente muy serios, como por ejemplo en aquel oscuro verano de 1.936, cuando nuestro autor, ya tiempo atrás apartado del mundo cotidiano en su bienamada Itzea, recibió la visita de aquellos que muy acertadamente definiría algún autor español bastante enfrentado políticamente a Baroja, como retornados desde un hondón del siglo XIX –lo cual no deberíamos entender necesariamente como una calificación peyorativa sino más bien metodológica–, es decir los carlistas del Requeté, que al parecer no habían olvidado algunas de esas hirientes palabras que cada tanto dejaba deslizar en sus obras el ya veterano escritor.

Invirtiendo el viejo refrán, “donde las toman las dan”, y parece que esto último no auguraba en aquel momento nada bueno para la supervivencia de Baroja, de no haber sido por la intercesión de los mandos carlistas navarros quienes supieron comprender a tiempo que ya, como hubiera merecido casi en aquel mismo momento Unamuno, el escritor estaba más allá de las luchas ideológicas. Como sea, por desgracia muchos otros, muchísimos y de ambos bandos, no salieron tan bien librados, con un no muy prolongado destierro parisino como él lo hiciera...

En fin de cuentas, la articulación general que da marco a la trama de “Zalacaín el aventurero” –1.909–, historia que transcurre durante la última ‘Carlistada’ y en donde se deslizan casi constantemente los duros ataques de don Pío a todo lo que oliera a tradicionalismo y religión, es asimismo el juego especular a través de los tiempos de la recreación de un tema medieval vasco, que ha extraído de un texto que por lo visto conocía y amaba mucho: “Las Bienandanzas y Fortunas”, la repetición, siglos después, en otras circunstancias –el “eterno retorno” de la filosofía germana al cual tan afecto era Baroja, obviando los orígenes de la idea–, de un asesinato banderizo. El autor llega a adoptar la típica prosa salazariega en el capítulo V de esa obra suya, el titulado “De cómo murió Martín López de Zalacaín en el año de gracia de mil cuatrocientos y doce”, atribuyendo al supuesto cronista “Íñigo Sánchez de Ezpeleta” una sangrienta historia muy al uso del terrible Lope y no muy apartada de la realidad además, puesto que la base verdadera sobre la cual edificó también la historia de “La leyenda de Jaun de Alzate” -trece años después, en 1.922-, la ha tomado sin lugar a dudas Baroja de los viejos textos de García de Salazar en primer término, como él mismo señala en algún pasaje acerca de la familia de Alzate histórica: “Los Alzate fueron banderizos influyentes, y de ellos habla Lope García de Salazar en su obra de Las bienandanzas y fortunas, en el Libro XXII. Se les ve intervenir en las luchas de los linajes de Guipúzcoa, y, al parecer, unas veces son amigos de los Oñez y otras de los Gamboas.”6 La referencia, algo confusa, que trae Baroja acerca de sus antepasados de Alzate que figuran en la obra de Lope, es la que va en el Libro XXII del banderizo desde el fin de la segunda columna del folio 71 hasta la línea 36 de la primera columna del siguiente y transcribimos en nota7.

Baroja produce un texto nuevo por el procedimiento de cortar y reformar partes de la crónica salazariega, como podemos notar comparando su relato del “Zalacaín...” con las narraciones de Lope que preceden inmediatamente a las que indicamos en nota y aquí omitimos por encontrarse asimismo en el artículo de Iñaki Bazán ya mencionado en nota2: “-Bueno. Pues dice así. ‘Título: De cómo murió Martín López de Zalacaín, en el año de gracia de mil cuatrocientos y doce.”

Leído esto, Soraberri tosió, escupió y comenzó esta relación con gran solemnidad.

‘Enemistad antigua señalada avya entre el solar d’Ohando, que es del reino de Navarra, é el de Zalacaín, que es en tierra de la Borte. E dicese que la causa della foe sobre envidia e a cual valia mas, e ficieronmuchos malheficios e los de Zalacain quemaron vivo al senyor de Sant Pedro en una pelea que ovyeron en el llano del Somo e porque no dexo fijo el dicho senyor de Sant Pedro casaron una su fija con Martin Lopez de Zalacain, ome muy andariego.’

‘E dicho Martin Lopez seyendo venido a la billa d’Urbia foe desafiado por Mosen de Sant Pedro, del solar d’Ohando, que era sobrino del otro senyor de Sant Pedro e que habia fecho muchos malheficios, asechanzas e rrobos.’

‘E Martin Lopez contestole a su desafiamiento: Como vos sabedes yo so contado aqui por el mas esforzado ome y ardite en el fecho de las armas en toda esta tierra y paresce que los d’Ohando a vos han traido por la mejor lanza de Navarra por vengar la muerte de mi suegro que foe en la pelea con lealtad en el Somo e como el cuibdaba matar a mi, yo a el.’

‘E por ende si a vos pluguiese que nos probemos vos e yo, uno para otro, fasta que uno de nos o ambos por ventura muramos, a mi plasera mucho e aquí presto.’

‘E respondiole Mosen de Sant Pedro que le plasia e se citaron en el prado de Sant Ana. En esta sazon venya dicho Martin Lopez encima de su cavallo como esforzado cavallero e antes de pelear con Mosen de Sant Pedro fue herido de una saeta que le entro por un ojo e cayo muerto del cavallo en medio del prado. E lo desjarretaron. E preparo la asechanza e armo la ballestta e la disparo Velche de Micolalde, deudo e amigo de Mosen de Sant Pedro d’Ohando. E los omes de Martin Lopez como le veyeron muertto e eran pocos enfrente de los de Ohando, ovyeron muy grant miedo e comenzaron todos a fugir.’

‘E cuando lo supo la mujer de Martin Lopez fue la triste al prado de Sant Ana, e cuando vido el cuerpo de su marido, sangriento e mutilado, se afinojo, prisole en sus brazos e comenzo a llorar maldiciendo la guerra e su mala fortuna. E esto pasaba en el año de Nuestro Señor de mil cuatrocientos y doce.’

Cuando concluyó el señor Soraberri...”

Lo mismo se hace claro en una obra menor de su pluma, “La Dama de Urtubi y otras historias más.”, a lo largo de la cual, si bien transcurre la acción en el siglo XVII, en el período de los grandes procesos contra la brujería llevados a efecto por Pierre de Lancre y sus colegas, vuelve a mencionar, rescatando con pequeñas variaciones, trozos de la vida medieval del linaje emparentado de Alzate:

“- Es extraño. Sin duda se conserva en el pueblo el recuerdo de la rivalidad de las dos familias. Pues sí, es cierto. Los Urtubis y los Saint-Pée fueron antiguamente enemigos encarnizados. Se disputaban la dirección del Labourd. Mis antepasados y los tuyos, que tenían su apellido, Álzate, lucharon repetidas veces con los Saint-Pée. Los Alzates contábamos con partidarios en la parte de allá de los Pirineos; don Rodrigo de Álzate, patrono del barrio que lleva su nombre en Vera de Navarra, era uno de nuestros aliados. Teníamos también derecho a ocupar y guarnecer un torreón fortificado en el Bidasoa. Al iniciarse en el país vascoespañol la guerra de los linajes, la política hizo que nosotros nos uniéramos con el bando gamboíno y los Saint-Pée con el oñacino. En 1413, un Saint-Pée mató a un Álzate, señor de Urtubi, a traición, según nuestras crónicas; los de Urtubi, reunidos con hombres de solares amigos y con el capitán Fernando de Gamboa, que vino de Guipúzcoa, avanzaron hasta Saint-Pée a sangre y a fuego; pero a la vuelta cayeron en una emboscada, y murieron asaeteados casi todos los nuestros, entre ellos Fernando de Gamboa. Al desaparecer en Francia la influencia española, se extinguió la rivalidad entre oñacinos y gamboínos, y en 1514, época en que Luis de Álzate, barón de Urtubi, era copero de Luis XII y su bailío en el Labourd, las dos familias se reconciliaron y se olvidaron los antiguos resentimientos.”

Esto en cuanto a la aproximación general de nuestro autor a esa época del pasado vasco que sin duda no le debía agradar demasiado, si bien tal vez por eso mismo su compleja personalidad se deleitaba en volver a élla constantemente, como hemos señalado, ya por obras completas, ya por menciones sueltas. Es que seguramente para él, el período medieval, como lo entendía, marcaba el momento preciso en el cual, de la mano con el paganismo, se alejaba la original libertad vasca, “encadenada” de allí en más por la creencia cristiana. Y así es que surge de su pluma el libro al cual dedicamos estas notas, su mayor incursión en el período medieval de Euskal Herria, como ya hemos señalado, escrita en una clave extraña, en la cual, sin embargo se hacen presentes dos de los motivos rectores de los escritos barojianos: la identificación del autor con el personaje y la visión desengañada de la vida. Más de una década después de la aparición del “Jaun...”, Ricardo Gullón al hablar de las obras de don Pío especificaba una serie de rasgos propios de la actividad creativa de aquel que, si bien extraídos de la consideración del “Aviraneta...”, pueden ser transportados sin problemas a toda su producción: “Esta actitud suya anárquica se contrapesa con una rectitud interna de primer orden, un afán de trabajo que es en él constante, ir trazando sus obras al filo de los días en incesante labor, en rebusca de textos y datos que sirvan de oxígeno a la atmósfera de su novelística. Pues van sus creaciones enfiladas hacia el rasgo significativo y pocas veces se ha llegado a mejor depuración en el arte de enterarse de las cosas que la conseguida por Pío Baroja, quien sabe rendirnos por una historia bien ligada al ambiente de un lugar y de un momento. Copia cuando hace falta, en las biografías especialmente, pero todo cuanto pasa por su pluma queda por este hecho incorporado a la obra como específicamente suyo, secreto del auténtico escritor que domina cuanto toca...”

“El gusto de Baroja por la anécdota le lleva, con cierta frecuencia, extraviado de su camino: sale con el personaje, lo agita en todos los sentidos y en cada esquina inventa un azar que le atrae, un cuentecillo que le adormece, hasta que, a medio andar, se encuentran autor y personaje perplejos, sin saber a donde ir porque se les olvidó la meta o porque pudiera ocurrir que su salida no tuviera otro objeto que cazar peripecias, irse, poco a poco, sepultando bajo inquietudes y sobresaltos hasta quedar inmóviles, dando la sensación de que figura y creador se han cansado de tanto azacanear a la deriva. Y no es realmente que la criatura barojiana ame la aventura; en general es impaciente, no goza del azar porque vive una intriga soñando con la que ha de seguirla, apenas ha llegado y está deseando marcharse.”8

Estos rasgos tan bien demarcados saltan a la vista en Jaun, a la par con otros motivos sobre los cuales hemos de hablar en la segunda parte.

Bibliografía:

Baroja, Pío: “Desde la última vuelta del camino –Memorias– Bagatelas de otoño”, Biblioteca Nueva, Madrid, 1.949.

“La leyenda de Jaun de Alzate”, Espasa Calpe, Madrid, 1.972.

“El País Vasco”, Labor, Barcelona, 1.953.

“Obras completas”, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 1.948..

Matus, Eugenio: “Introducción a Baroja”, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Santiago de Chile, 1.972.

Placer, Eloy L.: “Lo vasco en Pío Baroja”, Ekin, Buenos Aires, 1.968.

1 Como se decía en el final de un severo artículo del “Boletín del Instituto Americano de Estudios Vascos” (año VII, Vol. II, nº 27, Buenos Aires, Octubre-Diciembre 1.956, pp. 239-40), al dar la noticia de su muerte: “De corazón deseamos a su atormentado espíritu, en recompensa de su laboriosidad ejemplar, de la difusión de nuestras bellezas naturales y tipos humanos por el mundo, el descanso sempiterno.”

2 Iñaki Bazán ha escrito un interesante artículo titulado “La influencia de ‘Las Bienandanzas e Fortunas’ de Lope García de Salazar en la obra de Pío Baroja”, en ‘Euskonews & Media’, 66ª edición, 2.000/2/11-18), en el cual se trata en especial el manejo hecho por Baroja del clásico del banderizo vizcaíno en su ‘Zalacaín el aventurero’.

3 Precisamente el mismo articulista citado en la nota 1, decía al respecto en el artículo fúnebre de don Pío que: “Con excepción del terruño, el mar, parte del folklore y versillos euskéricos y un primitivismo pagano vivamente estereotipado en ‘Jaun de Alzate’, [subrayado nuestro] lo más amado por el pueblo vasco, fue para D. Pío, abominable” Pensamos que es por lo demás posible que lo estereotipado en el ‘Jaun...’, no sólo del paganismo sino de la mayoría de las actitudes de los personajes, obedezca precisamente al aire de Fausto en tono menor que el autor impone a sabiendas a la obra y además -como tendremos ocasión de mencionar avanzando en el cuerpo del artículo-, a una muy barojiana toma de posición crítica ante aquel otro clásico vasco, la archifamosa “Amaya” de Navarro Villoslada.

4 Antonio de Trueba, Cronista de Bizkaia desde 1.862, había asimismo abrevado en la obra de Lope García de Salazar para algunas de sus producciones literarias propias -v. g. “La Paloma y los Halcones”, de 1.865-, y a su triple condición de autor, cronista y coterráneo del banderizo famoso debió el honor de prologar aquella primera edicion madrileña de Maximiliano Camarón, de 1.884.

5 “don lope garcía de salazar”, Bilbao Bizkaia Kutxa, Bilbo, 1.990, p. 28.

6 Baroja, Pío: “El País Vasco”, Labor, Barcelona, 1.953, p. 288.

7 “En el año del Señor de UCCCCXIIJ años o / viendo guerra Mosen Juan de Sant Pedro con el so / lar de Alçate que es en Nauarra que era su / comarcano e diole salto vna aluorada / al pie de su casa e salieron a pelear con / el e fueron ençerrados e quedaron muer / tos el señor de Alçate e vn fijo legitimo / que el auja. // Fechas estas muertes desposo Ferrando / de Gamboa que biuja en la Renteria de Go / yaçu a su fijo Juan de Gamboa con fija ere / dera que dexo aquel Señor de Alçate e ayun / taronse con el dicho Ferrando de Gamboa de to / dos los solares de los Gamboynos de Guj / puscoa çiertos escuderos e fisieron / se grande gente e pasaron por Yruña A / rançu e a Sant Juan de Lus e los de Alcate / por la otra parte, Mosen Juan Señor de San Pedro con sus parientes e con CL lacayos / que le venjeron de los solares de Ones e de / Gujpuscoa saliolos a Reçeujr ençi / ma de su cauallo como esforçado ca / uallero e pelearon en vn llano ençima / del Somo que es entre San Juan de Lus e / Sant Pedro e fueron desuaratados los Gam / boynos e morio alli aquel Ferrando de / Gamboa e muchos de los suyos e seguj / eronlos en el alcançe fasta el Rio que vie / ne a Sant Juan de Lus e afogaronse / muchos en el que estaua creçida la mar / por manera que en el campo e en el alcançe / e en el Rio morieron CL omes e perdieron / todas las armas que leuauan e asi tor / naron destroçados los que escaparon.”

8 Ricardo Gullón: “Pulso de Pío Baroja”, Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2007 Edición digital a partir de Isla. Hojas de arte y letras, núm. 7-8 (1935), pp. 184-189 por cortesía de los herederos del autor.

CENTRO VASCO LIMA

CENTRO VASCO LIMA

CENTRO VASCO LIMA

CENTRO VASCO LIMA

centro vasco lima

centro vasco lima

sábado, 10 de diciembre de 2011

Pío Caro Baroja

Idazle eta dokumentalista

"Nire osaba, Pío Baroja, gizon adeitsua, langilea eta egiazalea zen guztiz. Ez zuen legarrik ahoan, eta sirenen kantu eztiek ere ez zuten limurtu"

Teresa SALA

Itzultzailea: BELAXE. ITZULPEN ZERBITZUA

Versión original en español

Euria ari du. Hasi da udazkena lehen zapladak ematen. Itzea etxe sendoa harro ageri da Bera amaieran, Altzate auzoan. Burdinazko hesi batek eta intxaurrondoz, ezkiz eta amerikar zuhaitzez estalitako harresi batek bidea ixten diete begiluzeei eta arrotzei. Inork ez die erantzuten gure lehen olesei; behin eta berriro jo behar da aldaba, azkenean erantzuna jasotzeko: “Arratsalde on. Oraintxe jaitsiko naiz”. Pío Caro azken Barojatarra da, 78 urteko gizona, oroimen setatia eta zorrotza duena. Osaba Pío Baroja idazleak 1912an erosi zuen etxeko gauzakietatik, hormetatik eta igarobideetatik elikatzen da Pío Caroren oroimena. Gaur egun, bera eta emaztea, Josefina, dira Itzeako azken biztanleak, beharbada azkenekoak. Bi seme-alabak, Pío eta Carmen, Madrilen ari dira lanean. Semea, Caro Regio familia-argitaletxearen buru, eta Carmen, liburuzain. “Ez dakit zer izango den gero. Agian haur txinatar bat adoptatzea izango dugu onena, honen guztiaren oinordeko bihur dadin”, dio txantxetan gizonak, eskaileretan gora goazela. Etxea ipuinetakoa bezalakoa da, orain mende batzuetako abentura liburu batetik aterata dirudi. “Barkatuko didazu, baina afoniko nago. Ez dakit nahi beste hitz egiteko gauza izango ote naizen”, esanda zuritu du bere burua. Eta oroimenean aztarrika hasi da, istorioak kontatzen, solasean, “konplexurik gabe”, zeren “Barojatarrok pentsatzen duguna esan baitugu beti”.

Orain 50 urte hil zen zure osaba, eta omenaldi ugari ari da jasotzen. Behar beste ezagutzen al dira haren obra eta ibilbidea?

Nik ez dakit noraino pizt dezaketen irakurtzeko grina horrelako ekitaldiek, baina eleberrigile batez aritzeak, haren obrak aipatzeak eta idazle hori herri euskaldunaren ondoan egoteak zerbait esan nahiko du, dudarik gabe. Esanguratsua da, halaber, 98ko belaunaldi ospetsu hartatik Pío izatea indartsuen eta bizien dagoena. Hara, 50 urte igaro dira, eta gizartea erabat aldatu da. Nekazaritza gizartetik gizarte industrial eta kontsumozkora igaro gara. Baina, hala eta guztiz ere, idazleak hor dirau, eta hori izugarri garrantzitsua da.

Uste duzu gaurko gazteek badakitela benetan nor izan zen Pío Baroja?

Ezin dut hitz egin belaunaldi berriez. Nahiz eta egun hauetan Irungo Pío Baroja Institutuko irakasleekin aritu naizen hizketan. Gai ugariz aritu gara, eta gehienek diote gaur egungo hezkuntza oso txarra dela. Hezkuntza horrek gabezia eta ahanztura ugari ditu; teknika berri batzuetarantz dago orientatua, eta horrek eragin handia du liburu irakurketan. Egungo haurrek ez dakite deus ere. Pío Baroja zeharo arrotza zaie, nahiz eta zeharo arrotza zaien orain bi urteko edozein gai ere. Haur horietako batzuek ez dakite ezta zer alde dagoen iparraren eta hegoaren artean ere. Dena dela, literaturzaletasunaren gaian bederen, nago garrantzitsuagoak direla gustua eta sentiberatasuna, hezkuntza bera baino. Autore bat aipatzen bazaie, eta haren zenbait orrialde irakurtzen bazaizkie, batzuk zaletu egin daitezke. Bada beti literaturzale multzo koskor bat, lehen ere gertatzen zen. Baina gauzak aldatu egin dira. Adibidez, lehen pentsaezina zen Bera bezalako herri batean nire osabari orain egiten ari diren bezalako omenaldiak egitea. Lehengo batean, pintura erakusketa bat ireki zen, eta 100 mutil etorri ziren. Lehen, bi bakarrik etorriko ziratekeen.

Zer harreman atxiki dute Barojatarrek Donostiarekin?

Osaba Píok hauxe esan zuen behin: “Gipuzkoan jaio naiz, Donostiako hirian. Lehenak txoratu egiten nau; bigarrenak, ez hainbeste”. Kritika ugari egin zizkien Donostiari eta donostiarrei. Esan zuen herria udatiarren zerbitzura zegoela, eta Erregerekin argazkian ateratzeko amorratzen. Hotelari herri bat omen zen, eta ez nire aitona Serafin Barojaren Donostia, hots, Bilintxen garaiko Donostia. Orduan, Donostia herrikoia zen, eta jai herrikoi handiak egiten ziren. Baina osaba Píok ezagutu zuen Donostia aldatuta zegoen, galduta zuen lehengo giro jatorra. Donostia hori errege familiari zegoen begira, orain Zinemaldiari edo Jazzaldiari dagoen bezala. Gainera, Donostiak sekula ez zuen oso ongi tratatu Pío. San Telmo Museoan dagoen eta Victorio Machok egin zuen osabaren estatua, esaterako, askotan igo eta jaitsi zuten, alkatea liberala zelako, edo hurrengoa karlista zelako. Estatua kendu eta ipini ibili ziren. Urteak behar izan dituzte osaba Píori kale bat eskaintzeko ere. Azkenean, auzo berri handinahi batean ipini diote, eta berari, aldiz, Alde Zaharrean gustatuko zitzaiokeen, portuaren ondoan. Azken urteotako udal erakundeek ere ez dute deus egin, ez osabaren alde, ez nire aitona Serafinen alde.

Heldu al da Píok zeramatzan estigmak garbitzeko unea? Inkonformistatzat jo zuten, eta, are, misoginotzat.

Klixeak errepikakorrak dira beti. Misoginiarena urte askoan esan da, eta haren obra irakurri ez dutenek esan dute gainera. Haren obra irakurri dutenek badakite haren eleberrietan emakume ugari eta interesgarriak daudela. Emakume horiek maitasuna eta harridura pizten dituzte. Gero saiakera batzuetan idatzi zuena beste gauza bat da. Espainiako emakumeak kritikatzen zituen batik bat, sakristiaren eta aitorlekuaren mendean omen zeuden eta. Apaizek eta bekatuek sekulako eragina zuten sexu bizitzan. Iraultza handia egin du emakumeak azken urte hauetan. Lan egiten du, eta dirua irabazi. Senarragandik independizatu da. Gainera, kimika modernoari esker, antisorgailuak sortu dira, eta horrek erraztu egiten ditu maitasun harremanak. Azkenik, bekatuaren ideia bera ere erori egin da. Lehengo batean, proba bat egin genuen: galdetu genien bost mutili ea bazekizkiten hamar aginduak, eta inork ez zekizkien.

“Antieuskaldun” ere deitu zioten.

Hala da, bizkaitarrek. Euskal Herri honetan bi joera izan dira aspalditik. Alde batetik, karlistak zeuden, eta, bestetik, liberalak. Karlismoaren barruan, bizkaitarrak daude. “Jaungoikoa eta Lege Zaharra” premisa defendatzen zuten. Gaur, hori pentsaezina da. Osabak askotan kritikatu zituen bizkaitarrak. Bazekien hori dena Sabino Aranak asmatu zuela. Egiazko euskaldunak ez ziren euskaldunak nonbait, bizkaitarrak bakarrik ziren euskaldunak; gainerakoak maketoak ziren. Erraz asma ditzakezu maketoetaz esaten zituztenak: dantza lotua atsegin zutela, eta antzeko ergelkeriak. Parafernalia moderno hau guztia ezjakintasunean dago oinarrituta.

Zer oroitzapen dauzkazu osabarekiko bizikidetzaz?

Ni 27 urte bizi izan nintzen harekin, beraren azken 27 urteak. Gizon zahar bat dut gogoan. Osaba gizon adeitsua, langilea eta egiazalea zen guztiz. Ez zuen legarrik ahoan, eta sirenen kantu eztiek ere ez zuten limurtu. Ororen aurka izan zen Espainian, ez baitzetorren bat modako ideiekin. Oso kritikari zorrotza zen. Gaztetan, anarkistatzat zeukan bere burua. Gero, eleberri mingarri batzuk idatzi zituen orduko egoera sozialaz. Hurrena, Primo de Rivera-ren aurka izan zen. Gero iruditu zitzaion Errepublikak porrot egin zuela. Erbestera joan, itzuli, eta ederki ordaindu zuen frankismoaren aurka agertzea ere, giltzapean sartu baitzuten. Nik guztia bizi izan dut, gerra eta gerraostea, harik eta Mexikora joan nintzen arte, nazkatua bainintzen orduko Espainiaz. 1952an joan nintzen, eta zazpi urte egon. Guztiak hiltzen ari zirelako itzuli nintzen. Anaia Julio eta neu geratu ginen bakarrik. 1959an etorri nintzen, elkarrekin egon gintezen.

Uste duzu gizartean ongi “saltzen” ez jakiteak Barojatarren obra behar beste ez ezagutzea ekarri duela?

Ez. Liburu batzuk milioi bat ale saldu dira: “El árbol de la Ciencia”, esate baterako.

Egia al da museo bat egin nahi izan zenuela Itzean?

Nik museo bat egin nahi izan nuen, bisitariak gainetik kentzeko. Gure etxe aurreko etxetxoan egin nahi nuen, baina Nafarroako Gobernua ez zen batere saiatu. Guk sekula ez dugu jaso laguntzarik inondik, ezta behar ere. Ikusiko dugu zer egiten duten gure seme-alabek etorkizunean. Agian, haur txinatar bat adoptatuko dugu, eta oinordeko egingo.

Bost belaunaldiren gauzez eta oroigarriez gainera, berton bizi izandakoek egindako obrak dauzka etxe honek: Ricardoren margolanak, grabatuak eta idazkiak; Julioren grabatuak eta idazkiak; Píoren eleberriak... Ez dugu deus erosi, geuk egin dugu dena, eta lau txakur txikiren truke gainera. Sekula ez da izan hemen mila pezeta baino gehiago balio duen obrarik. Ama Birjinaren buru hori aitona Serafinek aurkitu zuen Bigarren Gerra Karlistan. Tiempo egunkarirako berriemaile zebilen. Heldu zen bonbardaturiko Gipuzkoako ermita batera, ikusi zuen Ama Birjina erreta, eta hari gelditzen zitzaiona eraman zuen.

Nola heldu ziren Barojatarrak etxe honetara?

Itzea Altzate familiarena zen. Egia esan, nire birramona Gertrudis Goñi Altzaterena zen. Salgai ipini zutenean, Píok halako sentimendu erromantiko bategatik erosi zuen. 1912. urtea zen. Etxea zeharo hondatuta zegoen. Poliki-poliki, konpondu egin zuten. Urteak behar izan zituzten bukatzeko.

Zer egiten duzu orain?

Maitasuna… (barre egiten du). Hogeita bost urte daramat zineman, dokumentalak egiten. Orain, azken aldian, idazten jardun dut. Eleberriak idatzi ditut, eta, orain, aitona Serafinen biografia bukatzen ari naiz; bi hilabete barru argitaratuko da. Hor kontatzen ditut Donostiako Udalarekin izandako konponduezinak. Orain hil batzuk, joan nintzen galdetzera ea liburua argitaratuko zidaten, baina ezetz erantzun zidaten, inolako azalpenik gabe. Semeak duen argitaletxearekin argitaratu behar dut orain, eta lasai geldituko gara. Nik ez dut inongo harremanik Donostiako Udalarekin; kontribuzioa ordaintzen dut han dudan bizitegi bategatik, eta besterik ez.

Atsegin al duzu hiria bisitatzea?

Bai, atsegin zait Alde Zaharrean ibiltzea, itsasoa ikustea, portura joatea.

Zer ikusten duzu, egungo egoera politikoari begiratzen diozunean?

Eguerdian, Madrileko egunkari batetik deitu didate elkarrizketa bat egiteko, eta galdetu didate ea nola ikusten dudan egungo hurbiltze-mugimendu politikoa. Nik erantzun diet Euskal Herrian beti bi joera izan direla nagusi: karlistena eta liberalena. Lehen Gerra Karlista Bergarako Besarkadarekin konpondu bazen, zergatik ez dugu konponduko oraingo arazoa beste besarkada batekin? Iruditzen zait kontzesio asko egin behar direla. Ezin dugu jarraitu laugarren gerra zibilean. Hau gerra estali bat baita. Ez da kanoirik, ez da su-lerrorik, ez soldadurik, baina bai beste edozein gerratan adina hildako. Ez dakit zer gertatuko den. Ni ez naiz politikoa, baina iruditzen zait badirela asmo batzuk, eta bi aldeetako inork ez dituela onetsiko. Hor da Euskal Herritik at dagoen jendearen pisua ere. Hemendik, era batera ikus dezakegu auzia, baina kanpotik bestela ikusten da. Txarrena da ohitu egin garela egoera honetara. Malgutasun handia behar da, eta denbora luzea.

Pío Caro Baroja (Madril, 1928ko apirilaren 5)

Pío Caro Baroja, Rafael Caro Regioren eta Carmen Baroja Nessiren laugarren eta azken semea, Pío Baroja eleberrigilearen eta Ricardo Baroja pintorearen iloba da, eta Julio Caro Baroja historialari eta antropologoaren anaia. Vittorio Sicaren Bizikleten Lapurra filmak piztu zion zinemarekiko zaletasuna, eta kritikari moduan aritu zen Mexikon 1952 eta 1959 artean. Emilio Fernández zinemagile mexikarraren zuzendari-lagun ere aritu zen, hark Manuel Altolaguirre espainiar poeta erbesteratuarekin egin zituen bi filmetan. Mexikon zuzendu zituen bere lehen bi dokumental etnografikoak: Carnaval en Tepoztlán eta Fiesta vasca en México, 1955 eta 1956 bitartean. Espainiara itzuli ondoren, Documentales Folclóricos de España produkzio-etxea sortu zuen 1964an, anaia Juliorekin batera, eta ondokoak filmatu zituen: Los diablos danzantes (1964), El carnaval de Lanz (1964) eta Romería de la Virgen de la Peña (1969). Beste dokumental hauek ere nabarmentzen dira haren obran: Pescadores gallegos (1966), El País Vasco (1966), El País Vasco de Baroja (1967), Navarra, cuatro estaciones (1971-1972), Guipúzcoa (1978) edo Baroja a través de Baroja.

Pío Carok zenbait liburu ere baditu idatziak zinemaz, herri kulturaz eta bere familiaren oroitzapenez. Titulu batzuk: La soledad de Pío Baroja; Esos cojos del camino; El neorrealismo cinematográfico italiano; Las estructuras fundamentales del cine; Imagen y derrotero de Ricardo Baroja; El romancero del tío Miguelillo, Canciones de ida y vuelta; El Gachupín; El Gachupín en busca de la juventud perdida; edo Itinerario sentimental, guía de Itzea. Gainera, Haizegunea, el viento sur eta Tres Barojas poema-bildumen editorea eta edizio-arduraduna da. Azken hori beraren ama Carmen Baroja Nessik idatzi zuen.

Pío Caro Baroja

Escritor y documentalista

"Mi tío, Pío Baroja, era un hombre afable, trabajador y muy sincero. No tenía pelos en la lengua y no se dejó convencer por el canto de las sirenas"

Teresa SALA

Itzulpena euskaraz

Llueve. El otoño empieza a atizar sus primeros azotes. La casona de Itzea se yergue orgullosa al final de Bera de Bidasoa, en el barrio de Alzate. Una verja de hierro y una tapia cubierta de nogales, tilos y árboles americanos impiden la entrada a curiosos y foráneos. Nadie responde a las primeras llamadas, es necesario golpear la aldaba una y otra vez para recibir, al fin, una respuesta. “Buenas tardes, ahora mismo bajo a abrir”. Es Pío Caro, el último Baroja. Un hombre de 78 años que conserva una memoria pertinaz y exhaustiva, alimentada a base de los objetos, los libros, las paredes y los pasillos de la casa que su tío, el escritor Pío Baroja, compró en 1912. Hoy, él y su mujer, Josefina, son los únicos moradores de Itzea, quizá los últimos. Sus dos hijos, Pío y Carmen, trabajan en Madrid. Él al frente de la editorial familiar Caro Regio, y ella como bibliotecaria. “No sé que pasará, quizá lo mejor sea adoptar un niño chino para convertirlo en heredero de todo esto”, bromea mientras subimos las escaleras de una casa de cuento, sacada de un libro de aventuras de hace siglos. “Ya me perdonarás, pero estoy afónico, no sé si voy a poder hablar todo lo que quisiera”, se disculpa. Y comienza a arañar recuerdos, a contar historias y a charlar, “sin complejos”, porque “los Baroja siempre hemos dicho lo que pensamos”.

Se cumplen 50 años de la muerte de su tío, y se multiplican los homenajes, ¿se conocen su obra y su trayectoria lo suficiente?

Yo no sé hasta qué punto pueden llegar a despertar la pasión por la lectura unos actos como estos, pero es indudable que el hablar de un novelista, que se citen sus obras y que ese escritor se mantenga cerca del pueblo euskaldun, siempre significará algo. También creo que es muy significativo que de todos los autores de aquella famosa generación del 98 sea Pío el que se mantiene con mayor fuerza y vida. Han pasado ya 50 años y la sociedad ha cambiado totalmente. Hemos pasado de una sociedad agrícola a una sociedad industrial y de consumo. Pero, a pesar de todo, el autor se mantiene, y eso me parece importantísimo.

¿Cree que los jóvenes de hoy tienen una conciencia real de quién fue Pío Baroja?

No puedo hablar de las nuevas generaciones. Aunque estos días he estado hablando con los profesores del Instituto Pío Baroja de Irun. Hemos conversado de muchas cosas y la mayoría están de acuerdo en que la educación de hoy en día es fatal. Tiene muchas carencias y muchos olvidos, se está orientando hacia unas técnicas nuevas que están repercutiendo en la lectura de libros. Los niños de hoy en día no saben nada. Pío Baroja les suena a chino, aunque también les suena a chino cualquier cosa de hace dos años. Algunos no saben ni la diferencia que hay entre el norte y el sur. Pero en el tema de las aficiones literarias creo que tiene que ver más el gusto y la sensibilidad de la persona que la propia educación. Si se les habla de un autor y se les leen unas páginas les puede enganchar. Siempre hay un porcentaje pequeño de afectos a la literatura, esto también ocurría antes. Pero las cosas han cambiado. Por ejemplo, era impensable que en un pueblo como Bera de Bidasoa se le hicieran la clase de homenajes que se le están haciendo. El otro día se inauguró una exposición de pintura y se acercaron 100 chicos. Antes hubiesen ido sólo dos.

¿Qué relación han mantenido los Baroja con la ciudad de Donostia?

Mi tío Pío en una ocasión dijo lo siguiente: “he nacido en Gipuzkoa, en la ciudad de San Sebastián, lo primero me entusiasma, lo segundo no tanto”. Él criticó bastante a Donostia y a los donostiarras. Dijo que era un pueblo que estaba al servicio de los veraneantes, y que estaba loco por fotografiarse con el Rey. Decía que era un pueblo de hoteleros. No el San Sebastián de mi abuelo Serafín Baroja, que es de la época de Bilintx. Entonces Donostia era un pueblo popular, que celebraba grandes fiestas populares. Pero el San Sebastián que conoció Pío había cambiado, había perdido el sabor localista que tenía antaño. Estaba pendiente de la familia real, como está hoy pendiente del Festival de Cine o del de jazz. Además, Donostia nunca le trató demasiado bien a Pío. La estatua de Victorio Macho que estaba metida en el Museo San Telmo subió y bajó las escaleras muchas veces, en función de si el alcalde del momento era liberal o carlista. La quitaban y la volvían a poner. Han tardado muchos años en ponerle una calle, al final se la han puesto en un barrio nuevo y pretencioso y a él le hubiera gustado estar en la Parte Vieja, al lado del puerto. Las formaciones municipales de los últimos años tampoco han hecho nada, ni por Pío ni por mi abuelo Serafín.

¿Ha llegado el momento de acabar con los estigmas que acarreaba Don Pío? Se le llegó a tachar de inconformista e, incluso, de misógino.

Los clichés son repetitivos siempre. Lo de misógino es una cantinela que lleva repitiéndose muchos años por gente que no le ha leído. Quien le haya leído sabe que en las novelas de Don Pío existe una variedad de mujeres impresionante y muy interesante, que provocan un despertar amoroso y de admiración. Otra cosa es lo que escribió después en algunos ensayos. Sobre todo hacía una crítica de la mujer española que entonces estaba dominada por la sacristía y el confesionario. La vida sexual estaba condicionada por los curas y por el pecado. La revolución de la mujer en los últimos años ha sido grande. Trabaja y gana dinero, se ha independizado del marido. Además, existe la química moderna que ha posibilitado los anticonceptivos que facilita las relaciones amorosas. Por último, la idea del pecado se ha venido abajo. El otro día hicimos la prueba de preguntar a cinco chicos si sabían los diez mandamientos y no sabían ninguno.

También le llamaron “antivasco”.

Así es. Fueron los vizcaínos. En este País Vasco ha habido dos tendencias desde hace mucho tiempo. Por un lado han estado los carlistas, y, por otro, los Liberales. Dentro del Carlismo están los vizcaínos, quienes defendían la premisa de “Jaungoikoa eta lege zaharra”. Hoy es una idea impensable. Mi tío se metió mucho con los bizkaitarras, él sabía que todo este tinglado se lo inventó Sabino Arana. Los vascos auténticos no eran los vascos, sino lo vizcaínos, el resto eran maquetos. Te puedes imaginar las cosas que decían los maquetos, que les gustaba bailar el agarrao y otra serie de estupideces. Toda esta parafernalia moderna está basada en la ignorancia.

¿Qué recuerdos conserva de la convivencia con su tío?

Yo viví con él 27 años de mi vida, 27 de sus últimos años. Lo recuerdo anciano. Era un hombre afable, trabajador y muy sincero. No tenía pelos en la lengua, y no se dejó convencer por el canto de las sirenas. Él fue anti todo en España, porque tenía una idea distinta de lo que se llevaba. Era muy crítico. En su juventud se sintió anarquista. Luego escribió unas novelas demoledoras sobre la situación social de entonces. Más tarde fue anti Primo de Rivera. Luego le pareció que la República había fracasado, se fue al exilio, volvió, y también pagó el hecho de manifestarse contrario al franquismo, porque lo encerraron. Yo lo he vivido todo, la guerra y la posguerra, hasta que me fui a México porque estaba asqueado de la España de entonces. Me fui en 1952 y estuve allí siete años. Volví porque se fueron muriendo todos y nos quedamos mi hermano Julio y yo solos. Vine en 1959 para que estuviéramos juntos.

¿Cree que el no haberse sabido “vender” socialmente ha perjudicado a que la obra de los Baroja no se haya conocido lo suficiente?

No. Hay libros de los que se han vendido un millón de ejemplares, como “El árbol de la ciencia”.

¿Es cierto que pretendió hacer un museo en Itzea?

Yo quise hacer un museo para quitarme los visitantes de encima. Lo quise hacer en la casita que hay enfrente, pero el Gobierno de Navarra no se esforzó para nada. Nosotros nunca hemos recibido ayuda de ningún sitio, ni falta que hace. Ya veremos lo que hacen mis hijos en el futuro, a lo mejor adoptamos un niño chino y lo hacemos heredero.

Además de cosas y recuerdos de cinco generaciones esta casa tiene obras hechas por los que vivieron en ella. Cuadros, grabados y escritos de Ricardo. Grabados y escritos de Julio, novelas de Pío. No hemos comprado nada, nosotros lo hemos hecho todo, y con cuatro perras gordas, nunca ha habido aquí una obra que costara más de mil pesetas. Aquella cabeza de la virgen la encontró mi abuelo Serafín en la Segunda Guerra Carlista. Estaba de corresponsal para el periódico El Tiempo. Llegó a una ermita de Gipuzkoa que había sido bombardeada, la virgen estaba quemada y se llevó lo que quedaba de ella.

¿Cómo llegaron los Baroja a esta casa?

Itzea pertenecía a la Familia Alzate. En realidad, era de mi bisabuela Gertrudis Goñi y Alzate. Cuando salió a la venta Pío la compró por un sentido romántico. Corría el año 1912. La casa estaba totalmente destrozada. Poco a poco la fueron arreglando, tardaron muchos años en acondicionarla.

¿A qué se dedica usted ahora?

Al amor… (ríe) he trabajado 25 años en el cine haciendo documentales. Ahora, al final, me he dedicado a escribir. He escrito novelas y ahora estoy terminando la biografía de mi abuelo Serafín, que se publicará dentro de dos meses. Ahí cuento todas estas desavenencias con el Ayuntamiento de Donostia. Hace algún tiempo fui a ver si había alguna posibilidad de que me publicaran la obra, pero me dijeron que no, sin ningún tipo de explicación. Lo voy a publicar con la editorial que tiene mi hijo ahora, y nos quedamos tranquilos. Yo con el Ayuntamiento de Donostia no tengo ninguna relación, lo único que hago es pagar una contribución por un piso que tengo allí, y nada más.

¿Le gusta visitar la ciudad?

Sí, me gusta mucho pasear por la Parte Vieja, ver el mar, ir al puerto.

¿Qué ve cuando mira la situación política de nuestros días?

Al mediodía me han llamado de un periódico de Madrid para hacerme una entrevista y me han preguntado sobre el movimiento político actual de acercamiento. Yo he respondido que en Euskal Herria siempre han predominado dos tendencias: la de los carlistas y la de los liberales. Si la primera Guerra Civil se resolvió con un Abrazo de Bergara, ¿por qué no vamos a resolver el problema de ahora con otro abrazo? Creo que hay que hacer muchas concesiones. No podemos seguir en la cuarta guerra civil. Porque esto es una guerra larvada. No hay cañones, no hay líneas de fuego ni soldados, pero hay tantos muertos como en cualquier otra guerra. No sé lo que va a pasar. Yo no soy político pero me imagino que hay pretensiones que ninguna de las dos partes va a conceder. También está el peso de la gente que está fuera de Euskal Herria. Desde aquí podemos verlo de una forma particular pero desde fuera se ve de otra manera. Lo malo es que nos hemos habituado a esta situación. Tiene que ver una flexibilidad muy grande y tiene que pasar mucho tiempo.

Pío Caro Baroja (Madrid, 5 de abril de 1928)

Pío Caro Baroja, cuarto y último hijo de Rafael Caro Regio y Carmen Baroja Nessi, es sobrino del novelista Pío Baroja y del pintor Ricardo Baroja, y hermano del historiador y antropólogo Julio Caro Baroja. La película El ladrón de bicicletas, de Vittorio Sica, despertó su afición al cine, que ejercitó como crítico durante su estancia en México entre 1952 y 1959, donde también fue ayudante de dirección del cineasta mexicano Emilio Fernández. En dos películas que éste realizó con el poeta exiliado español Manuel Altolaguirre. En México dirigió sus dos primeros documentales de carácter etnográfico: Carnaval en Tepoztlán y Fiesta vasca en México, entre 1955 y 1956. A su vuelta a España fundó, en 1964, con su hermano Julio la productora Documentales Folclóricos de España, con la que rodó Los diablos danzantes (1964); El carnaval de Lanz (1964), y Romería de la Virgen de la Peña (1969). En su filmografía también destacan las cintas: Pescadores gallegos (1966); El País Vasco (1966); El País Vasco de Baroja (1967); Navarra, cuatro estaciones (1971-1972); Guipúzcoa (1978) o Baroja a través de Baroja.

Pío Caro también es autor de obras literaria de temática diversa sobre cine, cultura popular y memorias de su propia familia, con títulos como La soledad de Pío Baroja; Esos cojos del camino; El neorrealismo cinematográfico italiano; Las estructuras fundamentales del cine; Imagen y derrotero de Ricardo Baroja; El romancero del tío Miguelillo, Canciones de ida y vuelta; El Gachupín; El Gachupín en busca de la juventud perdida; o Itinerario sentimental, guía de Itzea, entre otros. Además, es editor y responsable de la edición de los poemarios Haizegunea, el viento sur, y Tres Barojas, libro de su madre Carmen Baroja Nessi.

La influencia de Las Bienandanzas e Fortunas de Lope de García de Salazar en la obra de Pío Baroja

Iñaki Bazán

"Hay gentes del País Vasco que cuando pasan por algún sitio salvaje, abrupto, de la frontera, dicen:
-Por ahí andaría Zalacaín.
Es curioso que una novela mía, escrita en un par de meses, haya llegado a tener cierta influencia, que se haya comentado en la aldeas, y al mismo tiempo en la Sorbona de París, y que, en cambio, otros libros míos de más empeño no hayan podido conseguir ni lo uno ni lo otro".
(Pío Baroja, "La intuición y el estilo", Desde la última vuelta del camino, en Obras completas, VII, Madrid, Biblioteca Nueva, 1978, 2ª ed., p. 1081)
La base sobre la que se asienta el edificio historiográfico vasco es la obra del banderizo e historiador Lope García de Salazar (1399-1476). Como banderizo participó en la lucha de bandos entre oñacinos y gamboínos que asoló los territorios vascos, fundamentalmente, durante la Baja Edad Media. El personalmente, junto con otros siete hombres de su linaje y bando, mató a Lope Ochoa de Mendieta con un rallón, arma prohibida en el Señorío de Vizcaya. Su intensa vinculación con la violencia banderiza le condujo a ser desterrado, junto con otros parientes mayores, a la villa de Jimena de la Frontera (Cádiz) por el monarca Enrique IV en 1457. Lope García de Salazar fue preboste de Portugalete y señor de la torre y casa fuerte de San Martín de Muñatones. Se casó con una Butrón Mújica, hija del pariente mayor Gonzalo Gómez de Butrón. Tuvieron nueve hijos, seis de ellos varones; Lope, su heredero, murió en la batalla de Torrellas (Aragón) en 1462 y otros tres en la batalla de Elorrio de 1468. La cuestión de fundar mayorazgo en el heredero que quisiera, facultad que le otorgó el monarca Juan II en 1451, provocó que fuera hecho prisionero por sus propios hijos, los dos menores supervivientes. Intentó fugarse en dos ocasiones, pero fue inútil. Finalmente claudicó y en diciembre de 1471 nombró heredero universal a su hijo Juan. Moría, al parecer envenenado, tras cinco años de encierro. Durante ese tiempo aprovechó para redactar Las bienandanzas e fortunas; años antes había escrito la Crónica de Vizcaya.
Lope García de Salazar comenzó sus bienandanzas en julio de 1471 y dedica a la historia genealógica vasca y a la lucha de bandos los últimos libros de la obra, concretamente del XX al XXV. La base documental de la obra es de dos tipos: la propia experiencia vital de Lope García, como persona involucrada y protagonista en esas luchas y miembro de uno de los linajes predominantes en las Encartaciones; y las referencias recogidas en otros libros que consultó. Lope trató de estar bien documentado; por ello, "oviendo mucho a uoluntad de saber e de oyr de los tales fechos, desde mi mocedad fasta aquí, me trabaje de auer los libros e estorias de los fechos del mundo faciéndolos buscar por las prouincias e casas de los reyes e principes cristianos de allende la mar e de aquende por mis despensas, con mercaderes e mareantes, e por mi mesmo a esta parte. E a plazer de Nuestro Señor alcançé de todos ellos lo que obe en memoria". Hacia 1475 parece terminarse la redacción de esta obra, monumental en tamaño y en información, imprescindible para cualquier investigación sobre el solar vasco cuya cronología se centre en la Edad Media y de obligada lectura o consulta para períodos posteriores.
Los documentos para la construcción de la Historia vasca se han visto, desde Lope García de Salazar hasta el movimiento fuerista del siglo XIX pasando por Esteban de Garibay, mezclados y/o suplantados por la leyenda y la mitología, por ciertos lugares comunes como la batalla de Arrigorriaga, la elección de Jaun Zuria como señor de Vizcaya, la nobleza inmemorial de los vascos que se pierde en la noche de los tiempos, el monoteísmo o cristianismo avant la lettre, el cantabrismo o el tubalismo. En muchos casos, con estos recursos se trataba de buscar legitimidad histórica al entramado institucional foral vasco. Esta forma de hacer la Historia no resistió la crítica de la historiografía ilustrada y positivista de finales del siglo XVIII y durante el XIX, y como consecuencia, esas tradiciones sin fundamentación histórica se refugiaron en la literatura, surgiendo así la literatura histórico-legendaria del fuerismo. Los cultivadores de este género visitaron la Edad Media en busca de tradiciones y leyendas que sirvieran de soporte argumental para sus planteamientos ideológicos o tesis políticas, y en ese viaje al pasado se encontraron irremediablemente con la obra de Lope García de Salazar.
Un ejemplo de estos escritores fueristas del siglo XIX lo personifica Antonio Trueba. Para la elaboración de sus novelas históricas ambientadas en la Edad Media utiliza como fuente Las Bienandanzas e fortunas. Así se constata en obras como El señor de Bortedo o La paloma y los halcones. En el caso de Trueba la relación con Lope García de Salazar se establece por vía geográfica, ambos eran naturales de las Encartaciones, y también por el buen conocimiento de su obra, ya que prologó la edición realizada por el restaurador de la Biblioteca Nacional Maximiliano Carrión (Madrid, 1884) con un bosquejo biográfico sobre su paisano. Otro autor que se inspira en García Salazar es Juan Venancio de Araquistain en La Dama de Morumendi. En esta obra se trae a colación la leyenda de la seducción del Señor de Vizcaya, Iñigo Ezquerra, por su madrastra, según se relata en las bienandanzas. Lo mismo cabría decir de Vicente Arana y su Jaun Zuria o el caudillo Blanco, alusiva a la leyenda del primer señor de Vizcaya y la batalla de Arrigorriaga. En este caso, según indica Jon Juaristi, la relación no es directa, sino a través de la intermediación de una versión resumida contenida en un cuadro que pintaron en 1664 Sebastián de Galbarriautu y Domingo de Brustin para una serie de retratos sobre los señores de Vizcaya a colocar en la casa de Juntas de Gernika.
En lo que se refiere a Pío Baroja, hay que indicar que, paradójicamente, a pesar de su posicionamiento anticarlista, antibizkaitarra (comienzos del nacionalismo sabiniano), anticatólico, republicano radical y crítico con el fuerismo intransigente de corte tradicionalista y retrógrado, fue un entusiasta de la novela histórico-legendaria. Este donostiarra de la generación del 98 consideraba que era mejor una novela que un libro de historia para reflejar el medio social de cualquier época: "La Historia tiene menos realidad que la misma novela. No hay obra histórica que dé la impresión del estado social de España en tiempo de Felipe III como Don Quijote, ni del ambiente de la corte francesa y de la sociedad de Luis XV como las comedias de Molière, ni del carácter de Inglaterra, a mediados del siglo XVIII, como Tom Jones, de Fielding, ni de la época romántica de Francia como el Rojo y negro, de Stendhal, o El padre Goriot, de Balzac, ni del conjunto de la época victoriana en Inglaterra como el Pickwick, de Dickens". Al bueno de don Pío no le faltaba razón en sus palabras, ya que la historiografía vasca que él conoció obviaba con suma facilidad las cuestiones sociales y se empeñaba, con mayor insistencia, en las cuestiones políticas e institucionales al servicio de la defensa de unas tesis políticas partidistas que ponían en entredicho la objetividad del historiador.
Zalacaín el aventurero apareció en 1909 y en ella se narran las andanzas de Martín Zalacaín que tienen como telón de fondo la segunda guerra carlista (1872-1876) y su enfrentamiento con Carlos Ohando. El protagonista comenzará valiéndose de la carlistada para dedicarse al contrabando y terminará ayudando a los liberales contra los partidarios del pretendiente don Carlos. En uno de los capítulos de la obra se recurrirá a la inestimable fuente de Lope García de Salazar. Concretamente en el libro primero, donde se habla de la infancia del héroe, se incluye un capítulo, el quinto, titulado: "De cómo murió Martín López de Zalacaín, en el año de gracia de mil cuatrocientos y doce". Aquí Baroja nos introduce en la lucha de bandos de la Edad Media. Un buen día Zalacaín y su tío-abuelo Tellagorri se encontraron con Fermín Soraberri, secretario del Ayuntamiento de Urbía. Éste inquirió por el muchacho y Tellagorri contestó indicándole que era un pariente suyo llamado Martín Zalacaín. Inmediatamente Soraberri lo asoció con el Martín López de Zalacaín de un documento medieval que había visto en el archivo del pueblo. Les invitó a su casa para ver la copia que del mismo tenía; una copia del "cronista Iñigo Sánchez de Ezpeleta acerca de cómo fue vertida la primera sangre en la guerra de los linajes, en Urbía, entre el solar de Ohando y el de Zalacaín, y supone que estas luchas comenzaron en nuestra villa a fines del siglo XIV o a principios del XV". Seguidamente Soraberri lee este episodio de la crónica de Iñigo Sánchez de Ezpeleta y que reproducimos en el cuadro de la izquierda, mientras que en el de la derecha situamos, para su comparación, el texto de Lope García de Salazar.
Zalacaín el aventurero
De cómo murió Martín López de Zalacaín, en el año de gracia de mil cuatrocientos y doce (lib. 1º, cap. V)
Las Bienandanzas e fortunas
(lib. XXII)
Enemistad antigua señalada avya entre el solar d’Ohando, que es del reino de Navarra, e el de Zalacain, que es en tierra de la Borte. E dicese que la causa della foe sobre envidia e a cual valia mas, e ficieron muchos malheficios e los de Zalacain quemaron vivo al senyor de Sant Pedro en una pelea que ovyeron en el llano del Somo e porque no dexo fijo el dicho senyor de Sant Pedro casaron una su fija con Martin Lopez de Zalacain, home muy andariego.
E dicho Martin Lopez seyendo venido a la billa d’Urbia foe desafiado por Mosen de Sant Pedro, del solar d’Ohando, que era sobrino del otro senyor de Sant Pedro e que habia fecho muchos malheficios, asechanzas e rrobos.
E Martin Lopez contestole a su desafiamiento: Como vos sabedes yo so contado aqui por el mas esforzado ome y ardite en el fecho de las armas en toda esta tierra y paresce que los d’Ohando a vos han traido por la mejor lanza de Navarra por vengar la muerte de mi suegro que foe en la pelea peleada con lealtad en el Somo e como el cuibdaba matar a mi, yo a el.
E por ende si a vos pluguiese que nos probemos vos e yo, uno para otro, fasta que uno de nos o ambos por ventura muramos, a mi plasera mucho e aqui presto.
E respondiole Mosen de Sant Pedro que le plasia e se citaron en el prado de Santa Ana. En esta sazon venya dicho Martin Lopez encima de su cavallo como esforzado cavallero e antes de pelear con Mosen de Sant Pedro fue ferido de una saeta que le entro por un ojo e cayo muertto del cavallo en medio del prado. E lo desjarretaron. E preparo la asechanza e armo la ballesta e la disparo Velche de Micolalde, deudo e amigo de Mosen de Sant Pedro d’Ohando. E los omes de Martin Lopez como lo veyeron muertto e eran pocos enfrente de los de Ohando, avyeron muy grant miedo e comenzaron todos a fugir.
E cuando lo supo la muger de Martin Lopes fue la triste al prado de Sant Ana, e cuando vido el cuerpo de su marido, sangriento y mutilado, se afinojo, prisole en sus brazos e comenzo a llorar, maldiciendo la guerra e su mala fortuna. E esto pasaba en el año de Nuestro Senyor de mil cuatrocientos y doce. Dícese en las partes de la costa de Vayona e de Gujpuscoa, entre los que fablan de las guerras que pasaron en ella, que la primera sangre que fue vertida en ella entre linajes, que fue entre el solar de Vrtuvja, que es en tierra de La Borte. E el solar de Vgarte, que es en la proujnçia de Gujpuscoa, que son vecinos quales por medio el Río de Fuencauja, que entra allí en la mar. E la causa de ella fue a qual vartia más, como acesçió en otros muchos logares. E de las muertes, [...] e el Solar de Vrtuuja que son vecinos, e diese que a causa dello fue sobre ynujdia, e a qual varlía más, como fue antiguamente por todo el Vnjuerso Mundo, entre todas las generaçiones que en el avitaron fasta oy, e serán en quanto el Mundo durare. E en el tiempo que estas enemjstades se començaron, todas aquellas tierras eran de los Reyes de León, avnque no se fallan cosas señaladas que entre ellos pasasen sino pocas. Enemjstad antigua señalada se falla que entre los solares de Sant Pedro, que es de Lauorte, e el de Espelata, que es del Reyno de Nauarra, quemaron los de Espeleta al Señor de Sant Pedro en vna pelea que ovieron, e porque no dexó fijo, casaron vna su fija con Pedro Lópes de Amesquita, como lo ha contado la ystoria de los linajes. E este Pedro Lópes, seyendo allí vanjdo, llamalo Velche de Espeleta, que era sobrino del Señor. E díxole Pedro Lópes, como vos sauedes, yo so contado aquí por el más esforçado ome e ardite en el fecho de las armas en toda esta tierra, e pareçe que los de Sant Pedro, a vos han traydo por la mejor lança de Gujpuscoa por vengar la muerte de vuestro suegro, que fue muerto en la pelea, peleada, como el cuydaua matar a mj, e por ende si a vos progujese, que vos prouemos, vos e yo, vno por otro, fasta quel vno de nos, e anbos por ventura, muramos, a mj plasera mucho, e aquí presto. E respondiole Pedro Lópes que le plasía, e tomando seguro de anbas las partes, entraron en vn llano, e mató Pedro Lópes aquel Velche de Espeleta, en vengança de la muerte de su suegro, e de otras muertes que entre ellos se fizieron, asas no se sabrían escreujr.
[continúa este libro XXII con los siguientes dos sucesos: De como Mosén Juan de Sant Pedro mató al señor de Alçate e a su fijo e de la causa dello; De como vençió Mosén Juan de Sant Pedro a los gamboynos, e mató a Ferrando de Gamboa e a otros]
Esta supuesta crónica medieval de Iñigo Sánchez de Ezpeleta sobre Martín López de Zalacaín está basada directamente en Lope García de Salazar. También se puede destacar, como curiosidad, la relación existente entre el nombre del rival de Pedro López de Amesquita, Velche de Ezpeleta, con el nombre del cronista inventado por Baroja para hacer de alter ego de García de Salazar, Iñigo Sánchez de Espeleta. Es interesante comprobar cómo Pio Baroja, en un alarde de realismo, se esfuerza por imaginar una supuesta transcipción paleográfica del documento de Ezpeleta al respetar la grafía medieval.
La crónica de Ezpeleta/García de Salazar tiene una importancia fundamental en la obra, al desempeñar el papel de oráculo: Martín Zalacaín también moriría a traición por un disparo de un seguidor de su antagonista Carlos Ohando, cuando contaba con tan sólo 24 años, y también se casaría con una hermana de éste, Catalina.
El conocimiento de Las bienandanzas... por parte de Pío Baroja era una cuestión sencilla de explicar si se tiene en cuenta su afición por los libros antiguos y que en 1884 M. Carrión realizó una edición prologada por A. Trueba. En su obra El País Vasco, publicada en 1953, Baroja alude en reiteradas ocasiones a Lope García de Salazar, indicando el interés que tiene para conocer las épicas luchas de los linajes vascos:
"En el libro del célebre banderizo vizcaíno Lope García de Salazar, titulado Historia de las buenas andanzas y fortunas, hay también un magnífico documento de las luchas de los linajes vascos.
Se ve que nuestros buenos antepasados eran de lo más feroces que imaginarse cabe. Se asesinaban familias enteras con verdadero entusiasmo.
Lope García de Salazar cuenta luchas épicas entre ellas una sostenida a principios del siglo XV por un señor de Alzate contra mosén de Saint Pée, metidos los dos adversarios en el río Bidasoa".
Esta alusión remite directamente a los dos episodios narrados por García de Salazar en el libro XXII e inmediatos al de Pedro López de Amesquita, que sirve de base para retratar al imaginario Martín López de Zalacaín. En otro pasaje de El País Vasco, Baroja refiere que los "Alzates [linaje de la comarca de Vera de Bidasoa] fueron banderizos influyentes, y de ellos habla Lope García de Salazar en su obra de Las bienandanzas y fortunas, en el Libro XXII. Se les ve intervenir en las luchas de los linajes de Guipúzcoa, y, al parecer, unas veces son amigos de los Oñez y otras de los Gamboas". Ahora bien, sobre esta temática también utiliza como fuente un libro que posee en su biblioteca titulado Juan de Alzate, y donde se menciona al primer Alzate, un tal Martín López de Alzate, que en 1383, junto con otros compañeros suyos, mató a un acotado huido de la hermandad de Guipúzcoa. Significativo nombre y suceso en relación a la historia de Martín López de Zalacaín.
Por último, y como curiosidad, mencionaremos el hecho de que el sobrino de Pío Baroja, Julio Caro Baroja, realizó un estudio de la obra de Lope García de Salazar con motivo de la edición a cargo de A. Rodríguez Herrero de 1955.
Bibliografía
AGUIRRE GANDARIAS, Sabino, Lope García de Salazar: el primer historiador de Bizkaia (1399-1476), Bilbao, Diputación Foral de Bizkaia, 1994.
BAROJA, Pío, El País Vasco, Barcelona, Destino, 1953.
BAROJA, Pío, Zalacaín el aventurero, ed. de Ricardo Senabre, Madrid, Espasa, 1997.
BAROJA, Pío, Obras completas, Madrid, Biblioteca Nueva, 1946-1954.
BIENANDANÇAS e fortunas que escribió Lope García de Salazar estando preso en la su torre de Sant Martín de Muñatones (LAS), ed. de Maximiliano Camarón y prólogo de Antonio Trueba, Madrid, Librería de Gabriel Sánchez, 1884, facsímil en La Gran Enciclopedia Vasca, Bilbao, 1985.
CARO BAROJA, Julio, Linajes y bandos. A propósito de la nueva edición de las "Bienandanzas e fortunas", Bilbao, 1956.
FLORES ARROYUELO, Francisco J., Pío Baroja y la Historia, Madrid, Helios, 1971.
GARCÍA DE SALAZAR, Lope, Las bienandanzas e fortunas: códice del siglo XV, ed. de A. Rodríguez Herrero, Bilbao, Diputación de Vizcaya, 1955.
GONZÁLEZ OREJAS, Rafael, Don Lope García de Salazar, Bilbao, Bilbao Bizkaia Kutxa, 1990.
JUARISTI, Jon, El linaje de Aitor. La invención de la tradición vasca, Madrid, Taurus, 1987.
MAÑARICUA, Andrés E. de, Historiografía de Vizcaya (Desde Lope García de Salazar a Labayru), Bilbao, La Gran Enciclopedia Vasca, 1971.
Iñaki Bazán, Doctor en Geografía e Historia y Presidente de la Sección de Geografía-Historia de Eusko Ikaskuntza

Pío Baroja y Nessi

Célebre novelista guipuzcoano, de proyección universal, nacido en Donostia-San Sebastián el 28 de diciembre de 1872 y fallecido en Madrid el 30 de octubre de 1956.

Estudió la carrera de Medicina en Madrid y Valencia, doctorándose en 1893. Era hijo de Serafín Baroja, un ingeniero de Minas de alma un tanto ingenua y bohemia, cuya verdadera vocación era también la literatura, que cultivó como second métier, y preferentemente en lengua vasca.

Don Serafín, a quien se debe incluso el libro de alguna ópera euskérica, se dedicó principalmente a escribir canciones, algunas de las cuales se harían famosas con el tiempo, como la del Zezen-Susko (o Toro de Fuego) y la Marcha de San Sebastián, a la que puso música el maestro Sarriegui. Así, pues, el que Pío heredara de su padre la inclinación literaria no puede extrañar a nadie.

En realidad, toda la familia, desde tiempos remotos, parece haber sentido la misma afición por las letras y los libros. Su bisabuelo Rafael Martínez de Baroja montó una imprenta en Oiartzun donde, ya a principios del s. XIX, se publicaba una hoja o gaceta titulada "La Papeleta de Oyarzun". El propio novelista confiesa en sus Memorias que una de las razones por las que profesaba simpatía a su abuela era precisamente la de su afición a la lectura. Como quiera que fuese, el caso es que al terminar la carrera, el joven Baroja fue destinado a Zestoa, en calidad de médico titular. Y ocurrió que, al poco tiempo de instalarse en aquella villa balnearia, tuvo tres importantes revelaciones. Tan importantes que decidieron el futuro de su vida. La primera de ellas consistió en percatarse que había estudiado una carrera para la que no tenía afición ni, por consiguiente, aptitudes. "Yo casi siempre empleaba los medicamentos a pequeñas dosis -confesaría muchos años después, con sinceridad y escepticismo de médico frustrado-, muchas veces no producían efecto; pero al menos, no corría el peligro de una torpeza. No dejaba de tener éxitos; pero me confesaba ingenuamente a mí mismo que, a pesar de mis éxitos, no hacía casi nunca un diagnóstico bien, un diagnóstico perfilado de buen médico". La segunda de sus revelaciones fue la de dar con su auténtica vocación. "Tenía allá -explica Baroja, veinticinco años después de su estancia en Cestona- un cuaderno grande que compré para poner la lista de las igualas, y como sobraban muchas hojas me puse a llenarlo de cuentos". Así nació su primer libro, Vidas sombrías. La tercera revelación implicaba su "reencuentro" con el país. Volvía a sentirse precisamente vasco. El joven que a los nueve años abandonara su Donostia natal, para pasar toda su niñez y adolescencia de la Ceca a la Meca -de San Sebastián a Pamplona; de Pamplona a Madrid; de Madrid a Valencia; de Valencia otra vez a Madrid...- regresa a Gipuzkoa lógicamente desarraigado, sin mostrar demasiado entusiasmo ni por el vascuence, ya semiolvidado, ni por las costumbres y el modo de ser de un país que le resultaba nuevo, ajeno y desconocido. Pero, de pronto, se produce el trauma psíquico que pondrá de manifiesto la esencialidad irrefragable de su propio vasquismo.

En uno de sus libros más característicos, abruptos y sinceros -y más famosos también-, en el tremendo Juventud, egolatría, publicado el año 1917, Baroja nos da una versión, muy concisa, como suya, pero tajante y definitiva, del "reencuentro" trascendental. "En Cestona empecé yo a sentirme vasco, y recogí este hilo de la raza, que ya para mí estaba perdido". Y llevado por este súbito y oscuro élan étnico escribiría, allí mismo, en aquel cuaderno suyo de médico de aldea, páginas de un vasquismo exaltado y entrañable, como Mari Belcha, Angelus, Noche de médico, etc. Páginas que aún no han podido ser olvidadas ni superadas.

Dos años duró su estancia en Zestoa, de donde, vista su inadaptabilidad a una profesión evidentemente mal elegida, después de algún intento fallido por establecerse en San Sebastián, decidió trasladarse a Madrid, en donde se hizo cargo de una panadería propiedad de una tía suya. Esta panadería la había venido regentando hasta entonces su hermano Ricardo, pero éste, al parecer, cansado de un negocio en el que no veía porvenir, quería dejarlo para ocuparse de cualquier otra cosa. La vocación volvió a imponerse y el panadero en ciernes hubo de ceder paso al escritor en agraz. Baroja, que ya en Zestoa utilizara el cuaderno de las igualas para escribir sus primeros tanteos literarios, se dedicaría también ahora a lo suyo. Dejemos que sea él quien nos lo cuente: "Este libro -se refería a La casa de Aizgorri- pensado en San Sebastián, lo escribí en Madrid, en un despacho húmedo y negro de la panadería donde estaba, mientras hacía cartuchos de perras grandes y chicas y tomaba la cuenta a los repartidores". También una gran parte de su Paradox fue escrita en aquel viejo despacho. Hasta que por fin llegó el momento de tomar una decisión. Era su cita con el destino. "Había sido -explica Baroja en sus Memorias- médico de pueblo, industrial, bolsista y aficionado a la literatura. Había conocido bastante gente. El ir a América no me seducía. Llegar a tener dinero a los cincuenta años no valía la pena para mí. Quería ensayar la literatura. Ya comprendía que ensayar la literatura daría poco resultado pecuniario, pero mientras tanto podía vivir pobremente, pero con ilusión. Y me decidí a ello". Los comienzos no fueron muy alentadores que digamos. Entonces no existían esas modernas plataformas de los premios literarios, capaces de lanzar y poner en la órbita de la celebridad, de la noche a la mañana, a un novelista desconocido. Había, pues, que ascender lentamente, peldaño por peldaño.

Así, sus primeras obras pasaron completamente desapercibidas para el público. Pero hubo gente de la profesión que intuyó que allí había algo desacostumbrado. Y escritores como Unamuno, Azorín, Valle-Inclán y Marquina, se ocuparon con interés de nuestro joven don nadie. Después apareció Camino de perfección (1902) y esta novela ya despertó cierta curiosidad. En realidad, fue su primer éxito y le valió un banquete de homenaje que, organizado por Azorín y por el editor Rodríguez Serra, congregó en una vieja posada madrileña á un heterogéneo grupo de artistas y escritores, en el que, junto a consagrados como Galdós, Ortega y Munilla y Cavia, había un tropel de jóvenes bulliciosos e iconoclastas. Luego vinieron El mayorazgo de Labraz y las tres novelas de la trilogía La lucha por la vida. Pero, andando el tiempo, uno de los libros que le había de dar mayor fama fue una novela de ambiente vasco: Zalacaín el aventurero, que llegó a ser libro de lectura en la clase de español de la Sorbona parisiense.

Más tarde, varios libros suyos serían igualmente adoptados como libros de lectura en distintos institutos y colegios norteamericanos. Baroja, vasco de alma sencilla y aldeana, no supo o no quiso cultivar demasiado sus relaciones sociales. Ese capítulo -cada vez más importante, tanto para el artista como para el industrial y el político- que hoy llamamos public relations, le tenía completamente sin cuidado. Un buen día, cansado de la vida agitada, bohemia y un tanto falsa de las tertulias y los cenáculos literarios y decidido a regresar a su país, compró la casa de Vera de Bidasoa, la hermosa y célebre Itzea, convertido hoy en Meca de peregrinos barojianos de todo el mundo, recluyéndose en aquella apartada y deliciosa comarca bautizada por él mismo con el eufórico nombre euskeldun de Bidasoadi. A esa época suya cimera de su retiro navarro pertenecen, entre otras producciones, Juventud, egolatría, la trilogía intitulada Las agonías de nuestro tiempo, César o nada, El mundo es ansí y las novelas de marinos vascos, con sus famosos personajes Shanti Andía, Chimista, Embil, Juan de Aguirre, Galardi, etc.

En Itzea escribió igualmente muchas de las novelas que componen la serie Memorias de un hombre de acción, empresa histórica de altos vuelos que, con mayor o menor acierto y adecuación, ha sido comparada a los Episodios Nacionales, de Galdós. La idea de escribir esta serie histórico-novelesca tuvo su origen en el interés del novelista por la personalidad un tanto misteriosa, extraña y borrosa de un pariente lejano suyo, Eugenio de Aviraneta, que intrigó a más y mejor en la política española de principios del s. XIX. También surgió en Itzea la admirable Leyenda de Jaun de Alzate, entrañable poema vasco, escrito por un autor que tuvo la elegante delicadeza de calificarse a sí mismo de "poeta aldeano, poeta humilde, de un humilde país, del país del Bidasoa". En 1934, Baroja fue elegido numerario de la Academia Española de la Lengua.

A poco de empezar la guerra civil y tras sortear algún contratiempo grave, Baroja hubo de refugiarse en Francia, desde donde, previendo la inminencia del cataclismo bélico que se cernía sobre Europa, intentó sin éxito embarcar para América. Fracasado en su empeño, al volver a cruzar la frontera, se entregó de lleno a su vocación de siempre y, unas veces recogido en la serena paz de su biblioteca de Itzea, y otras en su alegre despachito madrileño de la calle de Alarcón, tuvo todavía aliento para escribir una treintena adicional de obras, entre ellas, sus famosas Memorias. Con lo que su producción, al morir, rebasaba los cien títulos. Anciano ya, su candidatura fue propuesta, infructuosamente, para el Premio Nóbel. Baroja ha sido traducido al francés, inglés, alemán, italiano, neerlandés, portugués, ruso, polaco, sueco, noruego, checo, japonés y húngaro, así como al euskera. Ha sido condecorado por la República de Colombia, y la ciudad chilena de Valparaíso le tiene dedicada una calle, cosa que todavía no ha ocurrido en su patria.

En 2005, en el cincuentenario del fallecimiento de Baroja, se celebró en la Fundación Camilo José Cela en Santiago de Compostela, la exposición Pío Baroja, amigo y maestro, donde se muestra la relación de amistad y admiración entre ambos escritores, a través de libros, manuscritos o cuadros procedentes de los propios fondos de la institución.

La muestra contó con una serie de cuadros pertenecientes a la pinacoteca de la Fundación de la época de Baroja, como dos óleos de Ricardo Baroja y Julio Caro Baroja, hermano y sobrino de Pío Baroja; y también de autores como Isaac Díaz Pardo, Juan Esplandiú, Josep Guinovart, Eduardo Vicente, Rafael Zabaleta y Benjamín Palencia.

En julio de 2005, la editorial Caro Raggio dentro de su colección "Memorias" (VIII), publicó un libro inédito de Pío Baroja, La guerra civil en la frontera, donde narra -tras lo conocido en otros libros anteriores, como Aquí París (1998), Ayer y hoy (1998) y Desde el exilio (1999),- aspectos del conflicto personal y colectivo de 1936-1939, considerado por el propio novelista como un continuo de sus memorias.

La primeras memorias de Baroja, con el título general Desde la última vuelta del camino, comenzaron a publicarse por entregas en la revista Semana, dirigida por Manuel Aznar, en los primeros años cuarenta del siglo XX. Con algunos recortes de la censura, fueron publicadas posteriormente en ediciones sucesivas.

Miguel Pelay Orozco

Carmen Izaga Sagardía